CELEBRACIONES Y EVOCACIONES
La muerte de
Hugo Alejandro ocurre en una fecha muy cercana la Navidad y a su cumpleaños.
Normalmente, iniciábamos
los preparativos con manualidades para adornar la casa inundada de olor a eucalipto
y canela. El musgo usado en esa época se esparcía por la mesa de trabajo y las
coronas con lucecitas y cerezas rojas estaban dispuestas para adornar puertas y
ventanas.
A mi hijo le
gustaba verme elaborar estos adornos y de pronto exclamaba: “Mamá, te vez tan
linda eternizando esas rosas”. ¡Dios mío!, esas palabras resonaban en mi cabeza
y dolían profundamente, en especial, aquel día en que escuché el dictamen médico:
“¡No hay nada que hacer, en cualquier momento muere…! En ese instante, la vida
se detuvo y todo lo planeado, quedó en el olvido. Sólo había tiempo para orar,
guardar esperanzas, negociar con Dios, recibir abrazos y la compañía de la
familia y los amigos.
Pasan trece días
de coma en el hospital y mi Tato finalmente toma su mejor decisión: “emprender
el camino hacia lo eterno”. El mundo se me vino encima, se derrumbaron los
castillos que había construido en mi mente, todo lo que anhelaba para él,
perdió sentido y yo me vi obligada a vivir sin él, sin su alegría, sin su risa
y sin su canto.
El tiempo avanza
en medio de un absurdo y me impone que debo retornar a la vida. Entonces, me
formulo preguntas: ¿Qué pensaría mi hijo de mí, si me dejo morir?, De una cosa
estaba cierta, estaría desconociendo a esa madre luchadora y valiente que había
conocido. En ese momento, decidí arreglar mi casa para la Navidad. Lo haría en
su honor. Esta sería una época con sentido diferente: ¡No va a nacer Jesús en
este diciembre… voy a celebrar el “nacimiento espiritual de mi adorado hijo,
en mi corazón”!
Para ello debía
prepararme con inmensa responsabilidad y debía hacerlo con el mismo amor con el
que me preparé para su nacimiento físico. En esta forma le di un sentido nuevo
a la primera Navidad sin él.
Estábamos además
próximos a su cumpleaños y esta sería otra fecha de inmenso dolor. La familia
decidió que nos reuniríamos en una finca lejos de la ciudad para que
estuviéramos acompañados en ese día. Enviamos globos con noticas de cariño para
mitigar nuestro anhelo de comunicarnos con él.
A pesar de que
el mundo aparecía lleno de absurdos y lágrimas, la oración también estaba
presente. De pronto lo vi con claridad: “Esto no puede continuar así, esa fecha
hermosa en la que celebrábamos un año más de vida de mi Tato no puede
convertirse en dolor para siempre. Entonces decidí que en adelante celebraría
su cumpleaños el día que nació para lo eterno y para crecer en el Amor.
Sentía que estas
decisiones eran la forma de trasformar en mi mente la oscuridad en luz, lo
negativo en positivo, lo físico en espiritual. De esta forma él continuaría
estando presente en todas las fechas importantes y en lo más más profundo de mi
alma.
Beatriz López
2 comentarios en “Reflexiones de una Madre (4)”
Gracias por enviarme lecturas para seguir llevando mi duelo, mi esposos falleció en un accidente y considero que es el peor escenario, las muertes repentinas; eso aunado a que era un gran ser humano, esposo, padre, hijo y no porque ya no esté me expreso así en realidad así era él.
Muchas gracias por escribirnos. Lamentamos inmensamente tu pérdida. Sin embargo, nos satisface saber que de alguna manera las reflexiones que compartimos acompañan tu proceso de duelo de manera positiva. Es bueno saber de la bondad y grandeza de tu esposo, y sabemos, sin duda alguna, que esto será el motor necesario que te permitirá trascender tu dolor. Su bondad permanece en ustedes, y se convertirá en la semilla necesaria para crecer en el amor.