¿Por qué, si la muerte es algo natural, duele tanto?

 

¿Por qué, si la muerte es algo natural, duele
tanto?

Por: Psc. Milena Casas

psicomile@hotmail.com

 

 

Hay muchos procesos de desarrollo en el ser humano que son naturales:
mudamos de dientes, crecemos, cambiamos nuestro aspecto físico y emocional con
la adolescencia, nos hacemos más fuertes en la juventud, más seguros en la edad
madura y finalmente somos testigos del deterioro de nuestro cuerpo a medida que
vamos envejeciendo. Todas  estas
vivencias implican cambios en nuestras vidas y a su vez pérdidas; sin embargo,
detrás del duelo o la nostalgia que encierran estas transformaciones y pérdidas
hay una ilusión, que de alguna manera nos ayuda a enfrentar el proceso con la
idea de que algo mejor vendrá. Por ejemplo, cuando se nos cae un diente, tenemos
la ilusión que va a salir uno nuevo y hasta nos compensan por eso, porque el
ratón Pérez o el Hada de los dientes nos va a dar a cambio, algo de dinero. Perder
un diente en la niñez nos asusta, nos duele a veces y hasta nos podría llegar a
generar angustia, pero en el fondo, sabemos que algo bueno vendrá.

Algo similar ocurre en la adolescencia; dejamos atrás la infancia y en
muchos casos esto puede generar tristeza, porque abandonamos la “comodidad” que
implica ser un niño, pero, a la vez encontramos la ilusión de conocer un mundo
nuevo, salir con los amigos y vivir el primer amor entre tantas otras cosas que
puede suceder en esta nueva etapa.

Son procesos naturales que pueden traen consigo dolor físico y emocional,
pero que, al mismo tiempo, vienen con la ilusión de algo mejor. Esto no solo le
ocurre a quienes viven el proceso, sino también a las personas que están a su
alrededor. Incluso, hay rituales para festejar estas transiciones. Festejamos
que los hijos crezcan y se hagan adultos, hacemos fiestas, damos regalos, compartimos
con familiares y amigos, comunicamos lo que está pasando e invitamos a los
demás a que vean y vivan estos cambios a nuestro lado. Sin embargo, durante el
proceso de duelo ante la muerte de un ser querido, no sucede siempre lo mismo; en
ocasiones nos aislamos, no hablamos, no invitamos a nadie a que viva el dolor y
la tristeza a nuestro lado, no damos regalos y tampoco los aceptamos porque
este acto, con seguridad, sería visto como algo incomprensible o de mal gusto.

Hagámonos ahora la pregunta: ¿Si la muerte es un proceso natural, por el
cual todos pasaremos, por qué resulta tan dolorosa y difícil de asimilar?
Bueno, esto del dolor y la dificultad de asimilar, probablemente es para los
que tenemos que vivir la muerte de un ser querido, pero de igual manera, si es
algo que sabemos que tarde o temprano llegará, ¿por qué es tan difícil vivirlo
y aceptarlo?

Creo que hay muchos factores que influyen a la hora de buscar una
respuesta; pero, voy a indicar las razones que considero pueden entorpecer la
visión de este proceso como algo natural, para finalmente, ser visto y sentido de
una manera dolorosa.

La primera de ellas es que, durante el proceso educativo, el fenómeno de la
muerte no está contemplado en la temática a tratar. No se habla de ella y
cuando se toca el tema, se aborda como algo lejano y abstracto; como si al no
reflexionar sobre ella pudiéramos invocar una clausura que nos permitiera
evitar este “proceso engorroso”. No hay un ratón Pérez que nos va a compensar,
ni una fiesta y mucho menos una ilusión al respecto. Aunque es algo natural, no
se habla, no se reflexiona y no se enseña con naturalidad. Por ejemplo, en
todos los colegios se enseña sobre sexualidad, prevención del consumo de drogas
o control de la violencia. Algunos de estos temas, incluso, se tratan a pesar
del desacuerdo de los padres porque sabemos que son temas que los niños, niñas
y adolescentes deben saber para poder enfrentar la vida… entonces, yo me
pregunto y, ¿por qué no hablar sobre la muerte y el duelo como algo que nos
permitirá enfrentar la vida?

Tal vez, si empezáramos a ver la muerte como algo inherente a la vida,
trabajando el miedo a la pérdida y al desapego a través de un ejercicio de
reflexión consciente, así como las emociones, como instrumentos que nos
permiten expresar lo que pensamos y sentimos; probablemente podamos verla de
manera diferente y aceptarla sin miedo… quizás, con la ilusión de que su
llegada a nuestras vidas, representada en alguna persona cercana a nuestros
afectos,  puede brindarnos un regalo para
nuestro espíritu  y para nuestro crecimiento
personal… la muerte como la posibilidad de transformar nuestra humanidad y
reconciliarnos con la vida.

Probablemente si empezamos a tratar la muerte como una amiga cercana, sin
miedo y sin tabú, este dolor natural que conlleva el desapego puede caminar a
nuestro lado en compañía de la esperanza. La muerte con su dolor, pero también
como generadora de ilusión; porque entendemos la transición y lo que viene
detrás de esta, Salvando las diferencias, como cuando se me cae un diente o
cuando voy avanzando en las diferentes etapas de la vida.

Así lo manifiesta Charly García en “Canción para mi Muerte”

 

“Te suplico qué me avises
Si me vienes a buscar
No es porque te tenga miedo
Solo me quiero arreglar.

Te encontraré una mañana
Dentro de mi habitación
Y prepararás la cama, para dos…”

 

Quizás la
muerte, al igual que el Ratón Pérez, también traiga consigo la esperanza de un obsequio
que transforme, de manera positiva, nuestras vidas para siempre. Así lo llegan
a entender quienes logran realizar a plenitud la tarea de Aceptar la muerte de
un ser querido, como un regalo para comprender la vida tal como es y no como
desearíamos que fuera. Aceptar la muerte, para disponernos a aprender de ella;
madurez, resiliencia, solidaridad, servicio a los seres vivos que nos rodean. Aceptar
la muerte, para transmutar el apego en amor incondicional que no exige la
presencia del amado para seguirlo amando.

Entonces, estaremos abiertos a la posibilidad
de celebrar la despedida de un ser querido, haciendo honor a su partida a
través de un “adiós de carnaval”.

 

 

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