La vida, tal como es

La vida, tal como es

Por: Julián
Castelblanco

julian@cuandoelduelopregunta.com

 

Durante nuestra vida escolar, desde que la memoria ha
tenido la oportunidad de acompañarme, mi hermano y yo caminamos juntos las
mañanas desde la casa hasta el paradero donde nos recogía el bus del colegio;
el cual, de acuerdo al lugar en que vivíamos, quedaba de dos a cuatro cuadras
de distancia.

En estas caminatas, me adapté, por el ser el hermano
menor, al ritmo acelerado de sus pasos… caminaba como si siempre nos fuera a
dejar el bus, no importa que tan temprano saliéramos. Yo mido 1,79 metros de altura
y mi hermano medía 1.85 mts. Sus zancadas largas y su afán por la vida, hacía
que esa distancia fuera corta. En la mañana, caminábamos en silencio al ritmo
de nuestra respiración agitada y el deseo de seguir dormidos entre las cobijas.
En las tardes, hablábamos, cuando había algo que hablar y nos apetecía hacerlo.

Una tarde, de pasos cortos y espíritu tranquilo, me
dijo: “Tienes que aprender a hacer de todo” y como si tuviera claro su destino,
insistió: “la vida es muy corta para perderse de algo por andar haciendo nada…
aprende a hacer de todo, y hazlo bien”.

Y entonces él, con su tiempo limitado, aprendió a
nadar, boxear, cantar, pelear, bailar, amar, tocar guitarra… aprendió de judo,
a dibujar, a relacionarse con el mundo, a querer y ser querido. También
aprendió a morir y luego, a aconsejarnos, tranquilizarnos y acompañarnos por el
resto de nuestra vida.

La muerte llegó como tantas otras actividades que
aprendió y disfrutó. La muerte llegó casi como un compromiso de vida. ¿Cuál es
tu mayor sueño?, le preguntaron en un retiro espiritual al que asistió como
parte de una actividad escolar. -Dar la vida por mis amigos. Escribió como
respuesta… y cumplió.

Sabía, como nadie que la muerte está tan presente como
la vida; que la muerte hace parte del paquete que adquirimos al nacer. Y
posteriormente, después de mucho dolernos y extrañarlo, nos enseñó, a mis
padres y a mí, esta lección. ¿Por qué a mí?, porque no puede ser de otra
manera.

Creo, finalmente, que hoy no puedo más que aceptar su
muerte como su gran lección de hermano mayor, de protector y guía. Su muerte
fue su gran enseñanza, la que reafirma el deseo que me manifestó esa tarde de
regreso al colegio: Aprende a hacer de todo porque la vida es muy corta…
aprende incluso, a sentirme de una manera diferente; aprende a disfrutar tu
vida teniéndome en tu corazón.

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