Nuevas y maravillosas perspectivas El PECHI un mensajero de amor…

 Nuevas y maravillosas perspectivas

El PECHI un mensajero de amor…

Por: Julián Castelblanco (julian@cuandoelduelopregunta.com)

Años después de la muerte de mi hermano, podemos
afirmar con certeza que el dolor por la pérdida de un ser querido no solo sana,
sino que además, se puede convertir en un nuevo y más profundo sentido de vida.

 

La presencia del PECHI en nuestra cotidianidad, no es
otra cosa que un símbolo maravilloso de conjunción entre la realidad que
vivimos a diario y la posibilidad de trascender. Es la opción de volver a
conectarnos con lo fundamental, de regresar a la consciencia del servicio, del
interés por el otro, POR NUESTRO ENTORNO, por la brisa, las plantas, los
animales, el cielo, la inmensidad del universo. Es un recuerdo permanente de
una consciencia superior que nos invita a renovarnos para regresar a la fuente
primaria del amor.

 

Esto, aparentemente abstracto, se traduce en vivencias
sencillas que podemos experimentar a diario y nos pueden llegar a generar paz.

 

Una mañana de sábado, salía yo a montar bicicleta por
un sendero montañoso cercano a mi casa por el que acostumbro a desconectarme.
Eran días complejos, con algunas decisiones importantes pendientes y la
necesidad de encontrar algo de tranquilidad por algunos minutos. Tomé mi
bicicleta, y mientras comprobaba la presión de sus llantas y la lubricación de
la cadena, llegaban a mi mente las preocupaciones y los temas pendientes que
debía solucionar tan pronto regresara. La ansiedad golpeaba la puerta
tímidamente pidiendo permiso para entrar, y mientras tanto, yo trataba de no
escuchar su llamada atendiendo la necesidad de tener una bicicleta en óptimas condiciones
para mi paseo semanal.

 

Decidí entonces hacer lo de siempre: Consultar. En
medio de una conversación mental muy informal, le comenté a mi hermano las
dificultades por las que estábamos atravesando y la importancia de las
decisiones que estaban por venir; así como la incertidumbre sobre los
resultados futuros que pudiera presentarse. Y entonces, como siempre, formulé
una pregunta: Por favor “Tato”, ¿hazme saber si todo va a estar bien? Acostumbro
a abrir mis preguntas porque entiendo que no siempre lo que queremos es lo que
necesariamente nos lleva al bienestar. A veces un acontecimiento que entendemos
inicialmente como sorprendente, contradictorio u opuesto a nuestros deseos,
resulta ser, a la larga, el mejor camino para consolidar lo que deseamos… o
algo mejor. Así que mi pregunta, antes de tomar mi bicicleta, estaba encaminada
a saber si, a pesar de las circunstancias actuales, todo estaría bien.

 

Me puse el casco, los guantes y mis gafas, activé mi
medidor de frecuencia cardiaca, y salí rumbo a la montaña.

 

En medio de la concentración que exigía el trayecto,
hora y media más tarde de haber salido de la casa; olvide la pregunta. Ya mis
piernas estaban un poco agotadas y trataban de encontrar algo de reposo en una
pequeña bajada en medio del camino empedrado. De repente, la carretera volvió a
inclinarse, mi velocidad se redujo y comencé de nuevo a buscar ritmo de pedaleo
preparándome para una nueva cuesta. Y en ese momento, en el que mi velocidad era
muy baja, de la nada, llegó como una ráfaga a mi mente, la pregunta con la que
comenzó mi camino: Por favor “Tato”, ¿hazme saber si todo va a estar bien?
Cinco segundos después, diría que casi simultáneamente a este recuerdo, levanto
mi cabeza para ver el camino y se cruza ante mis ojos un pechirrojo, justo
cuando podía detallarlo. Me sorprendió porque pasó tan cerca que por poco me
tumba de la bicicleta. Mi mente, automáticamente hizo la relación entre la
pregunta y este vuelo maravilloso del pechirrojo frente a mí. Sonreí mientras
seguía pedaleando y el pájaro me acompañaba por alrededor de 5 minutos. Levante
la mirada y le dije: GRACIAS… y entonces desapareció.

 

Ante la muerte de un ser querido NUNCA MAS VOLVEREMOS
A SER LOS MISMOS. Esta frase, que en apariencia se dice de manera
desesperanzadora, trae consigo también la posibilidad de la esperanza. Nunca
más volveremos a ser los mismos, entonces tendremos la opción de ser personas
más felices o personas más tristes. Como familia, decidimos la primera opción,
por nuestra vida y por un intento que nos parecía justo con los lazos de amor
que construyó mi hermano a nuestro alrededor. Reducir su vida al acontecimiento
trágico de su muerte nos parecía poco digno. Mi hermano era fuerza, decisión,
coraje, pasión, intensidad… alegría. Y en ese sentido quisimos darnos la
oportunidad de sentir el dolor de su partida acogiendo el inmenso vacío que
inicialmente nos dejaba; pero al mismo tiempo, también decidimos aceptar la
posibilidad de ser felices, reencontrándonos con nuestro entorno, con la opción
de descansar encima de una bicicleta, y disfrutar de una rutina de ejercicios
un sábado; sintiendo su presencia a través de un pájaro, un pensamiento o una
maravillosa coincidencia… es solo cuestión de perspectiva. A mi,
particularmente, este punto de vista me genera paz interior, una sensación que
se relaciona fácilmente con lo que significó mi hermano en mi vida.

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