DIALOGAR SOBRE LA MUERTE, UNA CONVERSACIÓN NECESARIA Por: Jennifer M. Pérez Rivera

 DIALOGAR SOBRE LA MUERTE, UNA
CONVERSACIÓN NECESARIA

Por: Jennifer M. Pérez Rivera
j.mperezriv@gmail.com

    El ciclo de la vida, desde una perspectiva biológica, comprende desde la concepción hasta la muerte. Es usual que en muchos países de Latinoamérica, la muerte tenga un rol cultural igualmente importante que el inicio de una nueva vida. Por ejemplo, en México, se celebra el día de los muertos. De igual forma, los ritos funerarios posteriores a la muerte y al entierro son muy importantes. En el catolicismo se realiza el novenario; la finalidad de esto es que el alma del fallecido pueda descansar en paz eternamente. A pesar de estas prácticas, en la cultura latinoamericana se evita dialogar de forma concreta y consciente sobre la muerte. Contrario a esto, en Holanda el gobierno ha establecido campañas para normalizar el dialogar sobre la muerte y los preparativos ante este ineludible suceso. Para poder comprender esta disyuntiva resulta esencial observar la percepción y el estilo de vida en nuestros tiempos.

    En la actualidad el estilo de vida se caracteriza por ser acelerado y cargado de compromisos. Las personas se encuentran en la constante búsqueda de la realización en diversas áreas; ya sea laboral, académica y/o personal. Además de esto, se ha establecido una relación automática y directa entre la vejez y la muerte. En este punto es esencial añadir que la vejez es vista como un asunto distante, donde “los 40 son los nuevos 20”, y así sucesivamente. Esto no está mal, siempre y cuando le permita a la persona mantener la vitalidad, el entusiasmo y la energía para gozar y disfrutar de la vida dentro de sus posibilidades y capacidades. Tanto el estilo de vida, como la visión de la vejez y la muerte tiene su punto de encuentro, dando pie a la creación de una inconsciente y falsa percepción de inmortalidad. A su vez esto crea el ambiente perfecto para postergar la imprescindible conversación sobre la muerte. En adición, naturalmente es esperado que la persona nazca, crezca, viva la adultez, envejezca y muera. Sin embargo, no necesaria y exclusivamente ocurrirá de esta forma. La muerte puede suceder de forma inesperada, ya sea mediante accidentes, enfermedades, entre otros. Cierta y naturalmente no se puede elegir el momento y las circunstancias de la propia muerte, lo cual convierte este suceso en uno de los pocos aspectos de la vida que el ser humano no puede controlar. Este hecho, para una especie que puede controlar gran parte de los elementos que le rodean, puede generar mucha incertidumbre, miedo e incluso ansiedad. Ante esta realidad, es necesario asumir una postura realista de la vida, reconociendo y aceptando los aspectos incontrolables de esta. Por lo cual, el enfoque debe centrarse en los aspectos controlables para el ser humano. En este punto, se deben tomar en consideración aspectos tan importantes, como en el caso de un accidente, la posibilidad de recibir tratamiento para prolongar la vida o la resucitación cardiopulmonar. Otro aspecto a considerar es cómo la persona desea que se lleven a cabo los ritos fúnebres. En relación a esto la persona puede establecer como desea que se realice el velatorio, incluir elementos religiosos, e incluso que se reproduzca música o muestren imágenes. Estos últimos comenzaron a utilizarse frecuentemente en Puerto Rico a partir del 2008 aproximadamente.     Además, la persona puede elegir cómo se dispondrá de su cuerpo, ya sea mediante la cremación o el entierro. En los últimos años han tomado relevancia las urnas biodegradables. En estas se colocan las cenizas del fallecido y son enterradas. Posteriormente, en el lugar donde fueron enterradas nacerá un árbol, dando así un significado de una nueva vida ante la muerte física. Los aspectos mencionados anteriormente son elementos que la persona puede controlar ante la inevitable muerte. Es importante considerar estos dentro de su proyecto de vida ya que le brindarán compresión, paz y sentido de control dentro del ciclo vital de la vida. A su vez esto les ofrecerá a los seres queridos del fallecido la tranquilidad y seguridad de haber cumplido con sus últimos deseos. Este aspecto es muy importante ya que investigaciones señalan que familiares que entienden que no pudieron cumplir la última voluntad del fallecido vivieron estos hechos como traumáticos. Finalmente, aunque dialogar sobre el tema de la muerte y las últimas voluntades puede resultar incómodo y difícil, es necesario conversar sobre esto. Es importante comprender que la muerte es una parte inherente de la vida. Incluir en el plan de vida los asuntos importantes en referencia a esta puede convertirse en un acto de amor hacia los cercanos del fallecido, ya que le brinda a los dolientes los elementos primarios para comenzar a transitar el proceso complejo e inevitable del duelo.

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