El Antes y después de un proyecto de vida después del Duelo, el ¿cómo, cuándo?. Por: Lic. Ma. De los Ángeles Villa Ordaz.


El Antes y después de un proyecto de vida después del Duelo, el ¿cómo, cuándo?.

Por: Lic. Ma. De los Ángeles Villa Ordaz.
angeles_posadas@hotmail.com


Un
poco de la historia de Ángeles: Este concepto de duelo me ha despertado
la necesidad de hacer una introspección, un viaje a lo más profundo de mi alma,
de mi creencias y de mis costumbres. Hace algunos años vivimos una perdida muy
grande,  en ese tiempo creía que era una
persona poco conocedora de la religión, que si bien, venía de una familia
católica  practicante ritualista, para
quien la semana santa se convertía en una verdadera procesión  con un poco o nada de conocimiento religioso y
mucho menos espiritual; es decir, a que eran sólo eso: conceptos no claros de
una costumbre ancestral, donde los paradigmas eran reglas a seguir, sin
tolerancia al cambio; donde el concepto de muerte era un tabú; donde no se
debía hablar de ese término por ser tema sólo de adultos y peor aún, cuando al
pasar por la cocina de mi casa se escuchaban susurros como:” pobrecito se lo
llevó la muerte porque no iba a misa y su espíritu va a ir al purgatorio”, la
tía esta vestida de negro y no habla solo lloraba. Si bien, estas  son 
frases que aún a mis tantos años 
recuerdo con algo de melancolía y frustración, hasta despierta en mí una
pequeña sonrisa burlona. Y qué decir de todas estas vivencias hicieron que  se formara un miedo a una especie de castigo
divino, al tema de la muerte.

Al
pasar los años y conocer a un hombre maravilloso católico practicante y/o espiritual,
 con quién  por gracia de Dios forme una familia. Él
provocó en mi un proceso de cambio, un deseo de transformación en mi alma,
pensamientos y espíritu.

Diagnóstico
“Mola” (embarazo sin bebé pero que se comporta como un tumor) tratamiento
Quimioterapia. A nuestra  vida llego el
cáncer,  tremendo enemigo de la paz
espiritual, de la fe, de la esperanza y de un tan deseado embarazo. Aún recuerdo
las palabras del Oncólogo: “sería muy bueno que contactaras a un grupo de
terapia”; en ese tiempo no conocía el concepto de duelo y  de lo importante que es la espiritualidad y la
fe. En ese preciso momento  la muerte
dejo de ser solo un concepto y paso a ser una realidad.  Verdaderamente puedo decir que a pesar de
tener a mi lado a mi esposo yo me sentía presa en una gran melancolía, una
soledad enorme, motivo por el cuál empecé a preguntarme: ¿por qué me está
pasando esto?, ¿qué hice mal? y me preguntaba dónde estaba Dios… en unos de
esos días tristes, saliendo de una aplicación de quimio estando internada entró
un sacerdote católico y me tomó de la mano y me pregunto mi nombre yo le dije me
llamo Ángeles, volteó y me miró y me dijo “Ángeles, los milagros existen y te
digo que los ojos que han llorado más son los que mejor ven” tocó mi cabeza muy
suavemente y se fue. Tiempo después ese sacerdote se convertiría en nuestro
amigo y guía espiritual: su nombre es Padre Romeo Tijerina.

 Pasaron varias quimios y varias pelucas…

Aquí
es donde nos dimos cuenta que la espiritualidad y la fe son tan importantes y
que  van de la mano y que realmente estas
nos llevan a conectarnos y a pasar de lo ordinario a lo extraordinario;  me hace reconocer que los milagros existen, yo
soy un ejemplo de ello.

La
plenitud llega al nacer nuestra primera hija, ¡Que maravillosa experiencia!
Tiempos felices vividos en familia, hubo días en los que lloré hacia afuera y
no hacia dentro como cuando era niña, y aprendí que hay otras formas de
expresar la felicidad y a limpiar mi alma con el agua más pura que existe en la
tierra: las lágrimas, precioso regalo del Padre de todo.


sólo Dios y Señor,

Tú que
por amor me hieres,

Tú que
con inmenso amor

Pruebas
con mayor dolor

A las
almas que más quieres.


sólo lo has de saber,

Pues
solo quiero contar

Mi
secreto padecer

A
quien lo has de comprender

Y lo
puedo consolar.

Bendito
seas, Señor,

Por tu
infinita bondad,

Porque
pones con amor

Sobre
espinas de dolor

Rosas
de conformidad.

 (José María Pemón)

 

La vida es como la rueda
de la fortuna, un tiempo estas arriba y otro abajo:

Un
ángel moribundo…

La
noticia de la llegada de nuestra segunda hija también fue de una gran felicidad
y nuevamente revivimos el gran deseo de su nacimiento, y pensábamos que nuestra
primer hija tendría una compañera, una amiga, una hermana, y no tardamos en
preparar todo: su cunita y algunos peluchitos heredados de su hermanita mayor,
de un momento a otro ya estaba en la sala de partos, mi esposo ansioso, me
decía que él ya tenía el nombre que llevaría nuestra segunda bebé y con gran
emoción me susurro al oído: “¡Amanda Rose!”. Me pareció de lo más hermoso… De
pronto, me di cuenta que no escuchaba el llanto de la bebé y veo un gran
movimiento en la sala de partos, volteo a ver a mi esposo y sus ojos están enrojecidos,
llenos de lágrimas, siento la fuerza de su mano que aprieta la mía, y  puedo escuchar los latidos de mi corazón que
se aceleran conforme pasan los segundos y pude ver la carita de mi bebita
¡morada!   al mismo tiempo sentí que una espada atravesó
mi corazón.

Cuando
tenemos una pérdida de la salud duele, pero cuando tenemos una pérdida de un
hijo también se pierde tu corazón se quiebra tu alma y tu espíritu, solo nos
queda el enojo hacia todo, la culpa de lo que pude haber hecho y de lo que no
hice, un enojo hacia Dios y la vida misma.

Los
días siguientes fueron muy difíciles, estábamos en duelo, los días se
convertían en amaneceres grises y las noches eran de gran oscuridad,  de repente sientes que se pierde el sentido de
la vida. ¿Qué nos quedaba ahora?

Mi
esposo habla poco, pero cuándo habla dice cosas muy lindas que me sorprenden. En
una de nuestras conversaciones me dice una metáfora:   “Los hombros son la parte más hermosa del
cuerpo, porque así otra persona puede llegar a recargarse”. Cuanta razón tenía.
Así sentí que mi dolor era menos pesado y juntos en familia avanzamos hacia la
espiritualidad. Ahora redescubrimos nuestros recursos, nuestros dones otorgados
por el Padre de todo, a reencontrarnos con nuestro “yo” espiritual y aprendimos
juntos a sentir y a contactarnos con nuestra pequeña Amanda Rose, con su
hermoso recuerdo, con su aroma dulce como cual perfume de rosas, logrando
transformar el dolor en amor  y tener la  esperanza en que un día estaremos todos juntos,
por siempre más unidos que nunca, en luz de Dios.

Amar,
aun no viendo, sentir sin tocar su cuerpo, percibir un delicioso aroma a rosas
que se quedó gravado en nuestra memoria. Ese tesoro que nos ayuda a transformar
y agradecer todas las cosas, esos pequeños detalles que nos llevan a abrir
puertas,  donde están nuestros recuerdos
y nuestras vivencias, el lugar donde aparece un sendero, donde el viento te
susurra “bienvenido a casa, bienvenido hacia la libertad” que a su vez, me
recuerda todos los días, que si la muerte llega, es porque estoy ¡viva!

Pero
¿a qué viene todo este relato?, bueno, creo que era importante saber algo de mi
historia, porque a partir de ese momento es cuando me doy cuenta que comienza
un nuevo despertar y encuentro un nuevo sentido de vida. Ahora entiendo y
acepto mi pérdida, mi experiencia  o bien
como decimos acá en el norte de México “así me tocó”; esta misión que es la de
vivir experiencias humanas terrenales que se convierten en  tornados, donde piensas, donde sientes que
todo lo hemos perdido, donde la situación te obliga a cerrar, a apretar
fuertemente los ojos, a tener miedo y a no querer abrirlos para no darnos
cuenta que los días han pasado, los mese los años…

Y
sin embargo, de un momento a otro,  ya
pasó la furia  y no queda nada por seguir,
realmente es devastador y nos sentimos muy cansados; y  como una especie de magia llega una persona,
un ser de luz que te pregunta si puede acompañarte… esos seres espirituales que
te llevan de la mano y no te sueltan.

Renace
una nueva Ángeles, una nueva consciencia donde reestructuro un nuevo plan de
vida. Y surgen en mí las siguientes preguntas: ¿Cómo y Cuándo?

Con
todo este proceso mi respuesta es: así como ese ser de luz llegó a nuestras
vidas para acompañarnos, así es como yo deseo compartir, ayudar, guiar a mis
hermanos, a mi prójimo que están en etapa de aprendizaje, quienes están pasando
por un proceso de duelo. Porque así como nosotros lo vivimos y pudimos
superarlo y aceptar el no  vivir en las
sombras de un recuerdo, así también lo pueden vivir otras personas.

¿Cuándo?
Ahora tenemos por gracia de Dios la fuerza espiritual y conocimientos para
acompañar, para guiar. Y siento el deseo de convertirme en una ayuda en el
momento de oscuridad de las personas, en mis hermanos de corazón, y llevarlos
de la mano así como nos llevaron a nosotros para poder llegar a entender  que si es posible salir adelante.

Para
terminar esta historia, yo sé que un plan de vida implica tiempo, metas y  fechas y sin embargo estoy consciente de que
no falta quien te pregunte: “¿tienes una directriz de tu plan de vida después
de tu experiencia?”.

Esa
pregunta que ya me la han hecho, me motiva a contestar, que si bien, sé
que  Dios es parecido (con todo respeto)
a una gran dicotomía, Él es orden, es disciplina, es aceptación. Pero también sé
que no existe tiempo ni espacio  y que
nos da toda la libertad y la seguridad, que nos enseña a no tener miedo. A la
mayoría de nosotros, al menos a los de mi generación, nos enseñaron a ver la
muerte como un final, y no como ahora yo la veo, como un comienzo, una nueva
aventura. El no tener miedo es lo que nos permite prepararnos, organizar nuestra
vida, formar, deseos  para que estos se
transformen en metas.

Un
calendario espiritual.

Para
mí, es donde me doy permiso a hacer pequeños apuntes, como por ejemplo,
observar las flores los árboles después de un día lluvioso, a dedicarle una
hora a arreglar documentos pendientes, pagos o deudas según el caso, a darle
vuelta a la página  y hacer un pequeño
dibujo de nuestros seres, escribir pequeñas anotaciones, como susurros donde
abrazamos y decimos cuanto nos amamos  y  a hacer esas llamadas inesperadas,  dónde se sorprenden las personas cuándo les
decimos: “solo te llamé para saber cómo estas”; todas esas pequeñas expresiones
que te dejan un buen sabor de boca y un gusto al reflexionar y a desear que, el
día que tu misión este cumplida, te recordarán con amor. Así trascenderás en el
tiempo y viviremos en los recuerdos, en la esperanza y que nuestra familia no sientan
culpas.

Y
bien, solo me queda decir, como decía Ana María Rebatté:”¡en vida hermano, en
vida!

  

Lic.
Ma. De los Ángeles Villa Ordaz.

Monterrey,
México.

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