¿TENEMOS UN PROYECTO DE VIDA QUE INCLUYA EL CÓMO Y EL CUÁNDO DE NUESTRA MUERTE?. Por: Beatríz López

¿TENEMOS UN PROYECTO DE VIDA QUE INCLUYA EL CÓMO Y EL CUÁNDO DE NUESTRA MUERTE? 

Por: Beatriz López
Chatalopez2@hotmail.com


Queridos amigos y amigas

            El tema de hoy, en cierto
modo responde a uno de los interrogantes que me formulé ante el absurdo de la
muerte de mi hijo. ¿Por qué un ser tan lleno de vida, con tantos anhelos y con
tantos deseos de amar y ser feliz, de un momento a otro se convierte en un ser
completamente espiritual? Quiero entender la vida, para iniciar mi
trasformación y de esta manera poder experimentarla plenamente.

            Nunca me había detenido a
pensar si nuestro libre albedrío nos permitiría planear nuestra vida y nuestra
muerte, o este era un oficio propio solamente de un Dios que “toma y da” a su
voluntad, como tantas veces lo había escuchado de labios de mis padres y a
través de mi educación. Esto para mi es incomprensible viniendo de un ser lleno
de amor que sólo desea nuestra felicidad, un padre amoroso, jamás permitiría el
sufrimiento y la muerte de sus hijos. Así debe ser nuestro padre celestial;
entonces, ¿cuál puede ser la razón para que un joven muera prematuramente,
contrariando el orden biológico y dejando a sus padres plenos de dolor?

            La experiencia de 30 años,
acompañando a tantos padres agobiados por la muerte de sus hijos, y sus
historias, y luego, leyendo el diario que un año antes de su muerte, escribió
mi Hugo Alejandro, me abrieron una luz de esperanza cuando encontré una primera
respuesta a mis interrogantes.

            Escribió él: (lo
transcribo exactamente con las frases que él subrayó)

         
“¿Daría yo mi
vida por alguien?

         
SÍ, daría
mi vida sin dudarlo, por las personas que quiero.
No hay amor más grande que el de aquel que da la
vida por sus hermanos, y yo quiero brindar amor.

Esa es mi meta.

 

            Estas palabras me dejaron sin habla. Eso exactamente hizo
mi hijo: murió cumpliendo su meta. Murió por su amigo. Entendí que
nacer y morir eran parte de nuestro propósito de vida. Seis meses antes de su
muerte tuvo un accidente automovilístico muy grave donde el auto rodó por un abismo
de 60 metros, con pérdida total. Él no sufrió ni la más leve herida. Venía de
cantar una novena a María Auxiliadora, la monja que lo invitó le había dicho:
“Hugo Alejandro.  cantémosle a la Virgen
que ella te puede librar de muchas cosas…» Sin duda, morimos en el momento
justo, en el momento que lo hemos planeado.

 

            Mientras arreglaba sus pertenencias, ocho días después de
su muerte, encontré un casete cantado por él y su amigo que había titulado:
“Canciones para mi muerte” ¿Acaso su inconsciente lo sabía?

 

            Amigos queridos, estos hallazgos, después de su muerte,
apretaron mi corazón. ¿Nuestro inconsciente guarda nuestro plan de vida, y como
seres libres, Dios respeta nuestra decisión?, ¿Venimos a este mundo, crecemos,
amamos y cuando estamos listos, pasamos a otro plano, donde continuamos
creciendo en el espíritu, sin importar la edad?

 

            Las experiencias compartidas por personas en duelo, que
he escuchado muchas veces en estos años en los que hemos realizado trabajos de
acompañamiento, me confirman esta posibilidad. Una amiga a quien se le había
muerto su esposo, médico de 50 años y quien gozaba de perfecta salud, un mes
antes de su muerte le decía: “Si me pasa algo, debes hacer esto, – y le daba
instrucciones- no vas a abandonar a mi nieto”. A ella, eso no le pareció
extraño, hasta el día en que él murió.

 

            Son muchas las historias que me invitan a la reflexión y
me alivian el alma, porque si es así, puedo aceptar y respetar la decisión de
mi hijo por dolorosa que esta haya sido. No encuentro otra repuesta válida a mi
pregunta inicial. Me niego a pensar que mi Dios amado me ponga a prueba, para
enseñarme algo o para probar la profundidad de mi amor por él.

 

            Doy gracias a Dios por la presencia de mi muchacho
durante 19 años que compartimos juntos. Me mostró su plan, sigue guiándome y
permanece en mí, hasta encontrarnos. Por dolorosa que sea su ausencia física,
acepto su plan, sé que fue feliz a mi lado y continúa feliz en mi corazón.

 

            Respeto su decisión y no alimento culpas. Duele, y mucho,
pero mi plan de vida continúa con su luz y mediante esta enseñanza, sé que
estaré para servir a los demás hasta el día de mi muerte.

 

            ¡Gracias mi Hugo Alejandro!

 

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