¿Tenemos un proyecto de vida que incluya el cómo y el cuándo de nuestra muerte?.
Por: Martha Ahumada
marthaahumada5@gmail.com
Si esta pregunta me la hubieran planteado hace
tres años, quizás no la hubiera entendido y hubiera desistido responderla. La
muerte mía, específicamente, no era el tema que me agradara tocar. Tuve que
vivir un duelo muy fuerte para entender su importancia y poder hablar de ella
con tranquilidad y, más que eso, con amor.
Desde hace dos años y medio que la muerte
cambió mi vida. A partir de ahí la incluyo en conversaciones con amigas,
amigos, familiares y conmigo misma. Al
comienzo de mi duelo creo que cada día lo vivía como una muerte, pero poco a
poco fui entendiendo que debía elegir vivir y así comencé a creer que podía dar
parte de mí a otros y el momento era propicio: acababa de pensionarme. Algo
debía hacer y comencé a prepararme para acompañar en grupos de apoyo y personalmente
a personas que estuvieran en duelo. Creo que ha sido una misión hermosa que
Dios puso en mi camino porque en cada acompañamiento me brotan con frecuencia
ideas que son más del Espíritu que del pensamiento, sobre cómo vivir cada día
para esperar una muerte tranquila.
Esta misión se ha ido convirtiendo en parte de
mi proyecto de vida en esta etapa de la existencia. He logrado entender que en la muerte el amor
físico se vuelve pedazos, pero renace como una explosión inmensa el amor
espiritual y este sentimiento se vuelve tan profundo e infinito y por tanto de
tanta trascendencia que debemos compartirlo con otros en el servicio. Es que
aquí se entiende que somos una parte del todo y debemos estar unidos unos a
otros para hacer que todo este sistema, donde el amor es la fuerza, funcione.
No sé
cuándo llegue la muerte, pero sí sé que el cuándo no me importa, cada día es
una nueva oportunidad para prepararme para ese cuándo.
