Cuando hay reencuentro familiar…
En estos días pensaba que nuestro mensajero de amor acostumbra a mostrar su pecho rojo cuando aparece en nuestro corazón algún miedo. A veces en día tristes cruza rápidamente por el cielo para acompañar nuestras emociones. En estos momentos de duda o incertidumbre, alcanzamos a ver su pecho rojo en la distancia tímido, pero con un mensaje claro y esperanzador.
Sin embargo, hay momentos que puedo identificar como claros y efusivos. Hay momentos en donde su presencia es definitiva, donde permanece revoloteando incansablemente, y acompaña nuestros pasos durante todo el día. Hay momentos en donde sólo quiere acompañar por el placer de estar ahí, por la alegría que nos produce su pecho rojo. Esos momentos son los de fiesta, los de reencuentro familiar.
Casi siempre, unos días antes de estos reencuentros, o en medio de ellos, el pechirrojo se muestra más activo. Viene en pareja y permanece cercano y extrañamente amigable.
Creo profundamente que viene alegre para decirnos que su paz en nuestra paz. Que su alegría es nuestra alegría… que su libertad ahora es nuestra libertad.
Creo profundamente que nuestros muertos no se fueron dándonos la orden de ser infelices. Creo que se fueron con la esperanza de brindarnos la oportunidad de vivir la vida tal como es. Con sus matices, con la importancia de la tristeza y el dolor; pero también, con la posibilidad de la alegría y el amor. No se fueron con la orden de dolor eterno, se fueron con la posibilidad de las emociones y la construcción de un camino posible a través de cada una de ellas.
Creo, que cada vez que hay fiesta, mi hermano disfruta el ver nuestros abrazos, nuestra alegría… disfruta de nuestra sorpresa al ver el pecho rojo de un pájaro que de alguna manera, nos evoca su existencia y luego, disfruta también al saber que nos disponemos a vivir nuestra vida en familia, a vivir nuestro presente… a amar y dejarnos amar.
