Rendir honor a nuestros muertos. Por: Milena Casas

Rendir honor a nuestros muertos.

Por: Milena Casas
Psicomile@gmail.com

Por estas fechas, en muchas partes del mundo se celebra el día de los difuntos. Esta tradición encierra una serie de prácticas que están dirigidas a recodar a los seres queridos que han fallecido. Curiosamente algo que tiene en común esta celebración alrededor del mundo es que está llena de familiaridad, unión e incluso, festejo. Las familias se reúnen en torno a la memoria de la persona fallecida, haciendo preparaciones gastronómicas representativas de la celebración, panes con diferentes formas y bebidas. A veces, estas comidas están relacionadas los gustos de la persona que ya no está. También se crean altares coloridos con fotos y flores. Es toda una evocación nostálgica, pero alegre, a partir del derecho a recordar y a seguir fortaleciendo los lazos de amor que nos unen a nuestros seres queridos. Hay ocasiones en que estas actividades se llevan a cabo incluso en el cementerio junto al sepulcro.

A mi manera de ver, esta fecha que se celebra en algunas partes del mundo y que está llena de significados, tiene dos aspectos que valen la pena resaltar: El primero; que las familias involucran a los más pequeños, permitiendo su participación en todo lo que implican estos rituales. Es como una invitación a que los niños y jóvenes continúen con esta tradición y al mismo tiempo, es una oportunidad para hablar de la muerte y transmitir que, para ellos, esta no es el final. De igual manera, que quienes quedan en este plano, son el resultado de la vida y las decisiones de sus ancestros, ellos hacen parte de un legado que está presente y viven en ellos. Recordar esto es importante para poder entender la muerte como un paso más de la existencia, pero al mismo tiempo, de la importancia de la vida, de nuestro pasado en nuestro presente para poder construir un futuro lleno de sentido. Conservando aquellos valores que nuestros antepasados han ido construido, pero al mismo tiempo, reestructurando aquello que vale la pena transformar.

Por un momento, pienso que el mundo se permite una vez al año “celebrar la muerte”, ver de una manera diferente el dolor que produce la pérdida de un ser querido y abrir un diálogo con ellos a través de diferentes actividades que expresen todo lo que siente una persona por la ausencia de un ser querido, desde una visión un poco más alegre y esperanzadora. Esta celebración lo que nos dice entonces, es que podemos construir espacios de expresión diferentes al de la tristeza y que no está mal hacerlo. Es una invitación a buscar momentos en donde podamos involucrar a otras personas como familiares y amigos, y sentirnos acompañados para compartir nuestro dolor o nuestra nostalgia.

Quiero compartir con ustedes una frase de Octavio Paz que me encontré para la construcción de este artículo y que me pareció pertinente para el tema:

«El culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte. Ambas son inseparables. Una civilización que niega a la muerte acaba por negar a la vida».

(Octavio Paz, “Todos Santos Día de Muertos”, El laberinto de la soledad, 1950).

Considero que esta frase puede ser una invitación a reflexiona sobre cómo estamos significando la muerte en nuestras vidas y, sobre todo, cómo estamos viviendo la experiencia de enfrentarnos a la pérdida de un ser querido… cómo la presencia de la muerte es la posibilidad de darle sentido a la vida, desde la certeza de saber la presencia del ahora y el sentido de nuestras decisiones a través de un pasado que logro reconocer y comprender para poder transformarlo y avanzar… en honor a ellos y, sobre todo, en honor a nuestra propia existencia.

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