El Duelo en Navidad – La silla vacía. Por: Dr. Hugo Castelblanco

 

Sin lugar a dudas, una de las épocas que podemos
considerar más difíciles para el manejo de nuestro duelo por una pérdida
significativa, es el tiempo de Navidad.

Durante este tiempo experimentamos sensaciones y
remembranzas que debemos aprender a tratar con asertividad, creatividad y
serenidad. E
l duelo es un proceso único que
cada persona afronta de una manera diferente y no hay recetas mágicas que
puedan aplicarse a todas estas experiencias con similares resultados.

 

Las Navidades son fechas de sentimientos contradictorios en los
que se enfrentan, la expectativa e ilusión de nuestros hijos o el reencuentro
con los seres queridos, con el afrontamiento de los momentos de nostalgia que
suponen las ausencias de aquellos que hace poco compartían con nosotros estos gratos
espacios de vida.  

 

Para algunos, éstas serán las primeras Navidades en las que
falte a la mesa un ser querido. Todo este año estará lleno de “primeras veces”.
El “primer cumpleaños”, “el primer día del Padre o de la Madre, “el primer día
del Amor y la Amistad”, “el primer Día de Gracias”, el “primer aniversario”,
“el primer día…”

 

Es indudable que en estas conmemoraciones debamos ser muy
cuidadosos y respetuosos con nosotros mismos. Algunas de estas fechas parecen
más importantes que otras, porque están sustentadas en una costumbre, una
vivencia o una creencia. Algunas, por otra parte, son el resultado de una una
propuesta comercial de nuestro entorno social. Pero hay una verdad que debemos
destacar: “para nuestro duelo, cada día es igualmemnte importante.”

 

Cada día tenemos una tarea y unas decisiones por realizar. Cada
día hay un recuerdo que aunque sea grato, dibuja en nuestro rostro una
expresión de nostalgia. La cuota que pagamos como consecuencia del dolor de
nuestro duelo, no es una cuota anual, el dolor de nuestro duelo, lo “pagamos a
diario”. Esto hace posible que poco a poco, esa nostalgia la convirtamos en
“dulce añoranza”; una sensación “agridulce” que no nos genera dolor, sino que
nos invita a trabajar, a tomar decisiones, a asumir nuevos retos.

 

Así es. Durante el primer año de nuestro duelo (nos hacía
reflexionar Olivia, una queridísima amiga nuestra), está lleno de “primeras
veces”…

 

·        
La primera vez que nos sentamos a la mesa, sin
contar con su presencia…

·        
La primera vez que nos retiramos a descansar sin
darle a nuestro ser querido, de manera presencial las “buenas noches”…

·        
La primera vez que vamos a una ceremonia religiosa,
a un cine, a un restaurante, a un centro comercial, a un paseo, a un encuentro
familiar o social…, sin su compañía.

·        
La primera vez que debemos afrontar un reto o una
decisón…, sin poder contar con su opinión.

 

Esto puede resultar doblemente desconcertante para algunos, pero
desde otro punto de vista, nos ayuda aentender que el duelo es un trabajo
diario con diferentes grados de dolor de acuerdo a nuestro estado emcional, y
que no hay razón para magnificarlo adjudicándole un incremento especial en
aquellas fechas que “otros” nos han sugerido celebrar. Nuestro dolor no lo
pagamos con duras “cuotas anuales” sino con cuotas diarias de emoción, trabajo
y decisión que podemos adaptar y procesar en cada momento.

 

Veamos, a este respecto, algunas recomendaciones que pueden
sernos útiles en estas fechas especiales:

La Navidad se asocia siempre con la alegría y la celebración.
Sin embargo, este también es un tiempo en el que podemos permitirnos

1.     
sentir plenamente la tristeza, la rabia o la culpa
por nuestra pérdida y llorar cuando lo necesitemos, compartiendo esos momentos
con quienes nos aman. Negar u ocultar las emociones o vivirlas en soledad,
profundizará nuestro  sufrimiento y activará
el riesgo de desconectarnos de todo y de todos aislándonos con nuestro dolor
con la equivocada idea de que de esta forma nos protegemos o protegemos a los
demás.

Este es un tiempo para compartir en compañía de nuestros seres
queridos, decisiones de: llorar, reclamar, expresar nuestro enfado, culpa,
impotencia, vergüenza, frustración, soledad o tristeza; pero también de caminar,
hacer ejercicio, orar, meditar, leer, escribir, pintar, modelar, escuchar
música, cocinar, decorar, etc; con el firme propósito de reflexionar
proactivamente sobre lo que estamos viviendo y empezar a decirle: “sí a la
vida, para encontrarle un nuevo sentido”

 

2.     
Navidad es una época en la que podemos permitir a nuestro
corazón sentir el cariño y la gratitud de saber que también hemos disfrutado muchos
buenos momentos en compañía de la persona que ya no está con nosotros de la
manera acostumbrada. Es una época para evocar los miles de recuerdos gratos que
tenemos de nuestro ser querido que sin duda serán muchos más que los ingratos.

 

3.     
Es el momento también de entender que otras personas
de nuestro entorno cercano actuarán como si nuestra pérdida no hubiera existido
nunca. Ellos tienen derecho a hacerlo, pues por mucho que nos amen “nuestra
pérdida nunca podrá ser su pérdida”. Otras, en cambio, expresarán su dolor de
mánera íntima e incluso rebelde y querrán aislarse de todos los demás en estas
fechas. Es tiempo de reconocer su perticular forma de expresar su dolor. Ellas
necesitarán de nuestro cuidado y amor de manera muy especial.

 

4.     
Hay también quienes nos propondrán hacer algo
diferente, como un viaje, o celebrar la Navidad en un lugar distinto o de otra
manera, para que el significado de todo cambie. Entendamos que esta es su forma
particular de amarnos y en cuanto nos sea posible atendamos su invitación. Debemos
saber que ya nada será como antes, pero que el hecho de que sea diferente, no
excluye el que pueda ser aleccionador y gratamente sorprendente.

 

5.     
Entendamos que disfrutar la alegría y los dones de la
Navidad no puede ser causal para incrementar algún sentimiento de culpa. Nuestro
ser querido no murió dejándonos la orden de que en adelante deberíamos
declararnos sufrientes por siempre. Él no puede se nuestro “verdugo”. Él deberá
representar el reto y la posibilidad cierta, de convertirnos en mejores seres
humanos como un homenaje a lo que significó y sigue significando, su vida en
nuestras vidas.

 

6.     
Es muy recomendable, planificar anticipadamente las
celebraciones. Esto significa  reunirnos
con tiempo para acordar con nuestros familiares o amigos con quienes compartiremos
la Navidad, cuáles son nuestras expectativas respecto a esos días respetando sus
opiniones a tiempo que les expresamos honestamente lo que pensamos sobre cómo
desearíamos hacer las cosas este año:

 

¿Qué decoración deseo en casa? ¿Prefiero estar solamente con mis
familiares más íntimos? ¿Podrémos hacer algún sencillo ritual esa noche, para recordar
a quién ha fallecido? ¿Cómo me siento cuando pienso que mi hogar será un lugar de
encuentro y celebración? ¿Me siento cómodo con esta decisión?

 

7.     
Es muy importante que todo sea un el resultado de un
trabajo de equipo evitándo asumir de manera individual todas las
responsabilidades. Para ello será necesario apoyarse en los amigos para hacer
las compras, decorar la casa o empacar los regalos. Estas actividades o
rituales no deben ser realizadas como resultado de sentirnos presionados o
porque queramos satisfacer a alguien en particular. Preparémonos para
participar en ellas con nuestra mejor intención, si así lo hemos decidido. Si
en algún momento flaqueamos, nuestros seres queridos sabrán comprenderlo.

 

8.     
Otra posibilidad que resulta muy reconfortante es, por
ejemplo, decidirnos a visitar en compañía de algunos de nuestros seres
queridos, un orfanato, un centro geriátrico o alguna entidad educativa o de
ayuda social, para hacer una donación que hemos preparado cuidadosamente con amor
y respeto y que entregaremos a nombre de nuestro ser querido fallecido. En caso
de no sentirnos capaces de hacer parte de esta visita, participemos en su
preparación y esperemos el relato que nos darán sobre esta experiencia los
amigos o familiares que nos representaron.

 

9.     
Recordemos siempre, que independientemente de lo que
decidamos hacer, lo más importante es dejarnos acompañar de las personas que
nos quieren manifestar su amor y respeto. En algún momento serán nuestros
familiares y conocidos y en otros serán nuevos amigos que habremos conocido con
ocasión de nuestro duelo. Permitámosle que expresen su propia forma de ser
solidarios con nuestro dolor,

 

10.  Los rituales y símbolos que
nos recuerdan a nuestro ser querido, son muy importantes: fotografías,
videos, velas, canciones, cartas a nuestros “queridos muertos”, poemas, comidas,
“silla vacía”…

Mediante los rituales podremos compartir no solo nuestros
sentimientos de tristeza o añoranza sino también muchas evocaciones y recuerdos
gratos que nos traerán paz, nos permitirán conocer la manera particular como
cada uno de nuestros allegados procesa su propio duelo e incluso podrán dibujar
una sonrisa en nuestro rostro.

 

11.  Si hay niños participando del duelo en nuestra familia, es muy
importante que tengamos en cuenta que la expresión de sus sentimientos y
emociones, especialmente de enfado y tristeza, será muy diferente de la de los
adultos y merece por tanto nuestro respeto y empatía. Ellos sienten la
necesidad de expresar su dolor, saben que han perdido a una madre, un abuelo,
un hermano…, pero también desean celebrar la Navidad.

Por otra parte, es innegable que el duelo de los niños está
estrechamente ligado al de sus padres o figuras de autoridad. Esta es una
ocasión propicia para que con amor y honestidad les permitamos conocer sobre
nuestro dolor y sobre nuestra decisión de elaborar el duelo y de rendir un
homenaje a nuestro ser querido. No les ocultemos nuestro dolor.

Hagámosles partícipes de lo que estamos sintiendo y además de
las decisiones que hemos tomado para reconstruir  nuestra vida familiar. Hagámosles saber
también, que ellos son muy importantes para nosotros y que sabemos que
contaremos con su compañía durante este proceso.

Este es un momento propicio para aceptar y asignar nuevos roles
con prudencia y amor.

 

12.  Finalmente, tengamos muy presente que el duelo es un proceso
normal y por tanto, no requiere que para su elaboración, debamos hacer uso de
estimulantes, relajantes o de cualquier tipo de droga que nos aleje de la
realidad excepto por el hecho de que tengamos que atender una prescripción
médica por alguna dolencia previa al duelo.

Evitar el consumo de licor por parte de nuestros invitados a las
celebraciones que hemos planeado, es una sana media para prevenir situaciones
de difícil manejo en tiempos de duelo.

 

 

 

¡QUE TENGAS UNA FELIZ NAVIDAD,

 

UN AÑO NUEVO PLENO DE TRABAJO,

 

Y BUENAS DECISIONES

 

QUE ESTIMULEN TU CRECIMIENTO INTEGRAL…!

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