LA HISTORIA DEL PECHI
Un impulso para tomar decisiones.
Por Julián Castelblanco
julian@cuandoelduelopregunta.com
Hubo momentos en nuestro proceso de
duelo en los cuales nos sentimos estancados. Parecía que el dolor había
decidido quedarse para siempre. Instantes en los que la desesperanza era la
nueva y definitiva manera de relacionarnos con el mundo. Y entonces, cuando la
vida perdía el brillo, llegaban pequeños, claros, sutiles y definitivos
mensajes que marcaban la posibilidad de un camino diferente. El Pechi, sin duda
alguna, fue uno de esos mensajes. Aún, después de muchos años nos continúa
fortaleciendo la esperanza.
Por lo general su mensaje
acostumbra llegar sin ser buscado, pero
siempre en el momento oportuno. No es a través del desespero que alcanzamos a
sentir su presencia, es a través de las decisiones que la vida nos plantea. Su
presencia se manifiesta como una respuesta, algunas veces, y otras tantas como
un simple respaldo a la libertad, a las posibilidades y a la certeza de
sabernos acompañados, independientemente de lo que suceda o decidamos.
El Pechi nunca ha sido quien
determina el destino; no es un oráculo… antes que eso, es una palmada de
compañía en el hombro y de invitación a
tomar decisiones. La naturaleza en general, y en nuestro caso, el pechi, han
sido el impulso para no quedarnos estancados, para avanzar… para decidir.
Esta sutil diferencia es importante.
Con frecuencia, las personas que se encuentran en proceso de duelo y
experimentan mensajes a través de la naturaleza, tienden a pensar que el
mensaje es una suerte de tarot que determina el destino. Sin duda alguna,
nuestros seres queridos no acompañan nuestra vida para definir lo que pasará;
creo profundamente que su presencia se establece para, sobre todo, invitarnos a decidir, y entonces, se
convierten así en nuestros cómplices. Siempre será más interesante recorrer el
camino en compañía de quienes amamos.
En nuestro caso, el Pechi ha sido la
oportunidad para saber que todo está bien, y que, por lo tanto, es momento de
DECIDIR.
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