CÓMO APOYAR A LA FAMILIA EN DUELO. 

Por: Dr. Hugo Castelblanco
hugo.castelblanco@gmail.com

Sin lugar a dudas, lo primero que debemos tener presente cuando nos acercamos a ayudar a una persona o a una familia que está padeciendo un duelo por la muerte de un ser querido, es estar plenamente dispuestos a “hablar poco y escuchar mucho”.

Cuando estamos afrontando un duelo, si bien es cierto que nos hacemos muchas preguntas, la verdad es que no estamos en condiciones de recibir una respuesta que las satisfaga plenamente. Además, muchas de ellas pueden ser ilógicas o carecer de sentido, debido a que nuestro sistema cognitivo ha sido seriamente afectado por el dolor que todo lo invade. La verdad es que la muerte nos ha cuestionado y debemos iniciar un delicado proceso inicialmente para normalizar nuestras emociones y sentimientos reactivos y luego, para cuestionarnos, ahora sí, con claridad y responsabilidad, cómo podremos encontrarle un nuevo y mejor sentido a nuestras vidas.

EXPRESAR es entonces lo más importante y, para ello, debemos encontrar a alguien ante quien podamos hacerlo con honestidad, oportunidad e intensidad. No buscamos consejos ni advertencias, no deseamos frases evocadoras de lugares comunes, no queremos que nos compadezcan ni que nos ofrezcan ejemplos de vida. Solamente queremos ser escuchados con atención y respeto.

En la medida en que la expresión se abre camino, aparece de inmediato una segunda necesidad que se reclama de manera urgente: “el doliente necesita sentirse amado”. Necesita de la compañía de los amigos que estén verdaderamente dispuestos, no solo a escucharlo con amor, sino además a brindarle su calor humano, su abrazo, su caricia, su “aquí estoy” y que además estén dispuestos a realizar por él aquellas actividades que a diario hacía casi de manera inconsciente, pero que ahora se siente incapacitado para realizarlas: requerimientos personales, exigencias de alimentación o de salud, comunicaciones urgentes, trabajos pendientes, actividades domésticas inaplazables… Todo esto era tan sencillo de realizar antes de haber sido golpeados por el dolor…, ahora parecen ser retos imposibles de realizar. AMAR Y DEJARSE AMAR es también ahora, una gran necesidad  para el doliente.

Como acompañantes, hay diversas formas de acercarnos al dolor de alguien, por ejemplo, para describir o analizar lo que está sucediendo, o tal vez, atemorizados, porque no sabemos como actuar o qué decir, o con el sano deseo de aconsejarlo sobre lo que debe pensar, sentir o hacer. Todas estas formas son usuales, pero equivocadas. La única forma válida es acercarnos con el compromiso de escucharlo y servirlo con amor.  

En ocasiones podemos preguntarnos qué debemos hacer y decir para contribuir a aliviar el dolor de aquellos a quienes amamos, ignorando que más importante que el hacer, es el estar. Estar presentes AHORA y de manera incondiciona,l es la forma más honesta y efectiva de comunicarles que el Amor está presente.

Estar presentes, es estar dispuestos a brindar apoyo físico y emocional, en principio, con nuestra escucha amorosa y luego, solo si estamos capacitados, para contener, sostener y consolar cuando les agobien las emociones. Otras veces podemos contribuir indagando con discreción y respeto por  aspectos más prácticos, teniendo sumo cuidado de no usurpar las costumbres o rutinas de nuestro amigo en duelo. Por otra parte, también podemos proveer estímulos para que el doliente pueda evocar sus momentos con el ser querido fallecido, o contribuir a que pueda tomar decisiones  de su diario vivir, con el propósito de que retome poco poco el protagonismo de su vida a su propio ritmo, sin presiones o imposiciones. 

Es importante además que pongamos nuestro foco de atención en los demás miembros de la familia. El duelo es diferente para cada uno. Mientras algunos lo expresan con intensidad, otros lo inhiben porque les molesta expresar su dolor o porque creen que al hacerlo pueden afectar a los demás miembros de la familia. Ellos también requieren de nuestra compañía, amor y escucha. Con frecuencia, detrás de un rostro que expresa fortaleza, se encuentra un corazón profundamente desconcertado, asustado e inhibido. 

Finalmente, es posible que la persona que estemos acompañando nos exprese su deseo de aislarse un poco del bullicio de la gente que le acompaña o de nuestra propia presencia. Esto no debe ser motivo para que nos sintamos afectados. Volveremos a nuestra labor cuando nos sea permitido hacerlo, con plena consciencia de nuestras propias limitaciones y de la manera como estamos elaborando nuestras propias emociones. Algunos duelos, en particular aquellos derivados de muertes inesperadas, pueden significar una dura experiencia, no solo para el doliente, sino para las personas que le acompañan, quienes deben tomar un respiro cuando lo consideren necesario, antes  de retomar la labor de acompañamiento. 

HUGO CASTELBLANCO

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Encuéntranos en:

Accede nuestros conversatorios y entrevistas exclusivas