Cuando la muerte nos separa.

Por: PSIC. ILIANA AGUIRRE RUIZ. Tanatología

Cuando tenemos la pérdida de un ser querido, no solo es la pérdida del integrante, también se pierden los sueños e ilusiones que se habían construido junto a esa persona, así como la ilusión de futuro (la celebración de un cumpleaños, un aniversario, un evento social, un viaje, un plan de negocio, etc.)

De igual manera, se tiene la pérdida del rol que desempeñaba cuando se nota la falta del integrante que se encargaba de hacer los pagos, de traer el dinero a casa, de planear y coordinar los viajes. Cuando llega ese momento donde la ausencia se hace presente, es donde nos damos cuenta del valor del rol que desempeñaba ese integrante.

También tenemos la pérdida de la identidad, por ejemplo: Cuando eres una persona casada y muere el cónyuge, pasamos de ser la/el esposa/o de la/el viuda/o. O cuando perdemos a uno de nuestros padres, pasamos de ser la/el hija/o, a ser la/el huérfana/o. Esta nueva “etiqueta” representa una terminación que duele escuchar y tiene un peso social muy fuerte.

Durante el periodo de duelo, después del velorio y posiblemente del entierro o la cremación, viene el tiempo de adaptación. Durante este tiempo, los integrantes comienzan a experimentar la etapa de “depresión silenciosa”, que es llorar en aislamiento. Aparentar ser fuertes, bloqueando las emociones para tomar el control de las acciones o decisiones que se deben asumir con esta ausencia.  Y es ahí donde inconscientemente nos alejamos de la familia. Ponemos en primer lugar el “Qué dirán de mi, si lloro todo el día”, “No los quiero preocupar, mejor me aguanto el dolor”, “La familia depende de mí para estar bien”. Todos estos pensamientos y acciones los hacemos, sin poner atención a lo que sentimos, pensamos, vivimos y experimentamos, poniendo en primer lugar a los demás y su bienestar, antes que a nosotros mismos. 

Socialmente, ante una pérdida, en ocasiones la misma familia nos dice: “No llores, tienes que ser fuerte”, “que “tal persona” no te vea llorar”, “tienes que estar bien para…” tienes, tienes y tienes… como si esto fuera sencillo y necesario en ese momento, cuando lo correcto y natural debería ser: “Tienes que llorar, tienes que sentir el dolor, acabas de perder a un ser querido, tienes que abrazar a la familia, tienes que empatizar con tu dolor y el dolor de los otros integrantes.”

Una pérdida es dolorosa; pasar por el caminar del duelo es complicado y, socialmente, nos han infundido muchas creencias y comportamientos que en ese momento las creemos y las realizamos, como, por ejemplo: No voy a llorar en este momento y con mi mamá presente porque no la quiero preocupar. No voy a hablar de tal persona, porque voy a provocar más tristeza y todos vamos a llorar.

Y ¿qué es lo que sucede? Callamos y nos guardamos el dolor, las ganas de expresar y desahogarnos. No hablamos y no escuchamos las emociones que estamos experimentando, bloqueando así nuestro sentir y atorando las emociones en nuestro pecho. 

Es aquí donde el proceso se complica, porque al cuidarme de mi entorno familiar para que no me vean llorar, debo cuidar las emociones de los demás, descuidándome emocionalmente para no provocar “más tristeza”, cuando esta tristeza es algo normal, que siempre ha estado ahí, debido a la ausencia de tu ser querido.  Quizás no lo habías notado porque te encontrabas en la etapa de shock o negación… pero siempre ha estado presente, en espera de poder manifestarse para iniciar el camino a la sanación.

En ocasiones nos enfrentamos a una separación familiar, porque la única persona que nos unía era mamá o papá, y ahora que no está, no hay motivo de estar juntos como familia. Es aquí cuando nos enfrentamos a esta separación, porque físicamente ya no está este miembro pilar de la familia…. Sin embargo, recordemos que nuestro ser amado aún permanece vivo en nuestros recuerdos, en sus enseñanzas y su legado. En cada uno de los miembros de la familia hay algo especial que dejó nuestro ser querido. Por qué alejarnos para perdernos en nuestro aislamiento, si cada uno de nosotros podemos acompañarnos y, de esta manera, permitir que la memoria de nuestro ser querido, que ya no está físicamente, continúe con vida en nuestros corazones.

El SILENCIO ante la pérdida, cualquier pérdida, llámese de los hijos, de los padres, de los abuelos, del hermano etc., es el aliado número uno en una separación.

Recordemos que cada integrante tiene una pieza que construye la casa… la persona que se fue no lo es todo… Por eso, ante la pérdida, cada integrante debe acomodar sus piezas para reconstruir lo que se rompió y fortalecerse juntos.

Cuando una familia habla o expresa lo que siente y piensa ante la pérdida de su ser querido, se desarrolla la empatía y, de esta manera, los lazos entre los miembros se fortalecen, porque hay una validación de las emociones.  Por eso es tan importante no guardar silencio o aislarse, para que entre ese vínculo de sangre que se tiene y no se forme un abismo emocional.

Recordemos que cada integrante de la familia tiene su proceso de duelo y si un miembro desea estar en cama ese día, se le debe permitir (siempre cuidando estos 3 aspectos: comida, descanso e higiene). En ocasiones, otro motivo de la separación, es la no aceptación de los procesos de duelo de cada uno. Si hay miembros que desean llorar todo el día, a estos se les limita para que no lloren. Si desean hablar de la persona que falleció, lo callan. Si quiere estar en cama todo el día, lo van a levantar para llevárselo a X parte…. Aprendamos a respetar cada proceso de duelo. Acompañemos y, si es necesario, busquemos acercarnos a un profesional que nos pueda brindar herramientas personales y familiares para poder sobrellevar juntos esta situación.

Otro motivo de separación en la familia es cuando hay propiedades o herencias de por medio. Cuando no se dejó algún testamento o escrituras,  entre los miembros de la familia comienza la disputa de quién se quedará con los bienes, provocando discusiones, enojo, faltas de respeto y hasta golpes entre algunos familiares.

También hay que destacar, que aún cuando haya documento de por medio de algún bien, puede la familia no estar de acuerdo con la voluntad de quien ya murió, provocando separación entre ellos o resentimiento emocional.

Recomendaciones:

Ante la pérdida de un integrante de la familia, hay que buscar la unión como familia, llorar juntos y solo eso, llorar… sin buscar reconciliaciones o palabras de fortaleza, solo llorar.

Hablar de la situación o permitir que se exprese cada uno, sin invalidar lo que se dice, solo escuchar y acompañar. En ocasiones el silencio es la palabra más sabia y, si este va acompañado de un abrazo, podremos establecer los mecanismos necesarios para brindar consuelo. 

Permitir y permitirse desahogar la tristeza en familia, es importante y necesario. Unirse en el mismo sentir, es una de las mejores maneras de trabajar juntos un proceso de duelo. Recuerden que “Duelo compartido es un duelo diluido”. 

Como familia, pidan apoyo profesional, para recibir herramientas que les permitan poder caminar este proceso juntos.

Si la familia no desea asistir a un acompañamiento tanatológico, puedes empezar por ti, cuidar tus emociones y ser guiado por un profesionista a un duelo normal y sano.  Inicia por ti.

Abrazos con el alma

Psic. Iliana Aguirre Ruiz. Tanatología

5 comentarios en “Cuando la muerte nos separa.”

  1. Farid José Pineda.

    Buenas tardes.
    Yo pienso que todos los duelos deben tener a alguien profesional que ayude mucho para mitigar un.poco ese dolor…Hay gente muy imprudente cuando quieren que la persona sea lo más fuerte del mundo, y no se puede, es un dolor wue necesita acompañamiento profesional.
    Muchas gracias y bendiciones.

  2. Gracias por los consejos.
    Todas las palabra y mensajes contribuye a la fuerza de voluntad que le ponemos por tratar de sobrellevar una situación tan dolorosa.

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