EL PECHI…un mensajero de amor.¿Cómo apareció el pechirrojo en nuestras vidas?

Por: Julián Castelblanco

julian@cuandoelduelopregunta.com

Alguna vez, tuve la oportunidad de preguntarle a un joven que hacía menos de un mes había perdido a su hermano, víctima de un cáncer muy agresivo. – ¿Cómo estás?, ¿cómo va tu proceso? Guardó silencio por unos largos 30 segundos, mientras perdía su mirada en el techo del cuarto donde nos encontrábamos dialogando. 

  • “Sabes que  han sido días difíciles, oscuros… los más complejos de mi vida. Pero desde hace una semana para acá, he venido viendo cosas que antes no veía. Al regresar de la universidad en el bus, escucho los sonidos de la calle, de la lluvia salpicando las latas del vehículo, el diálogo de la gente, su sonrisa o su rostro de cansancio. En las mañanas, escucho con mucha intensidad el canto de los pájaros, veo los primeros rayos de sol atravesar la ventana de mi cuarto y, por primera vez, soy consciente de ellos… me detengo a observarlos. Después de la muerte de mi hermano, la realidad se ha transformado de una manera importante. Y, aunque aún es muy prematuro para afirmarlo, sospecho que esos nuevos descubrimientos de lo cotidiano están llenos de respuestas, del sentido que hoy no encuentro”. 

Luego volvió a callar otros largos 30 segundos. 

  • “Si, han sido días tristes, pero creo que mi hermano partió dejándome otra realidad, que aunque ahora es dolorosa, parece que puede traer sorpresas maravillosas”. 

Me pareció interesante su respuesta y recordé que alguna vez escuché que un maestro comparaba el dolor del duelo, con un fuerte raspón en la piel. Cuando la carne queda totalmente descubierta y al rojo vivo, esa zona del cuerpo se vuelve increíblemente sensible a cualquier situación que pueda suceder. Pareciera que todo lo que pasa en nuestra vida, tiene que ver con la herida. Como si el viento se divirtiera al vernos sufrir con su roce. Hay dolor, pero también hay una extrema sensibilidad… a todo. 

Así apareció el pechirrojo en nuestras vidas, cuando la herida estaba en su peor momento, cuando teníamos la piel en carne viva. Una tarde, en medio de una nueva dificultad, simplemente apareció, y por un juego de nuestra mente (o no) atamos cabos en familia, relacionamos mensajes, contextos, colores, sonidos… y el corazón se llenó de paz. Después de mucho tiempo, logramos sonreír. Y desde entonces nos acompaña, en momentos alegres, tristes, difíciles, de ilusión. Está presente. Quizás nos recuerda a mi hermano, porque su habitación estaba decorada con solo esos dos colores, negro y rojo. Tal vez nuestra extrema sensibilidad, producto del dolor y la tristeza, vio algo que antes no veía. Un mensaje, un sonido, un pensamiento… un sentimiento. Quizás nos pareció bello relacionar su recuerdo con su presencia, ahora plena, en nuestras vidas, integradas al todo. 

Sin duda alguna, el pechirrojo fue parte de nuestro proceso de sanación y hoy, hace parte de nuestra posibilidad de recordar y de pensar un futuro de nuevos retos y sueños. También debo confesar que su presencia nos alegra el día, nos trae a veces respuestas, nos motiva a elaborar un chiste, así sea complejo o tonto. A la larga, el pechirrojo fue el principio de una nueva vida, ahora sin mi hermano. O mejor, ahora con él, pero de una manera diferente. Para mí, total. 

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