Si tú lo viste, a ti te toca.

Por: Pastora Abril Silva de Yépez

Cuando mi primogénito de 27 años falleció el 09 deseptiembre de 2021, escuché todo tipo de frases que eran “amorosamente” hirientes. Desde la típica frase: «Ya no llores. Tu hijo está en un mejor lugar», hasta la que más me molestó: «Eres cristiana. ¿Dónde está tu fe? No debes llorar si sabes dónde está tu hijo». Palabras que no solo me lastimaban, sino que me hacían alejarme más de mis amigos. 

Sentía un dolor y un vacío demasiado grandes. Y, sin embargo, a su vez, estaba cansada de tanto llorar, así que me decidí a buscar ayuda. 

Tenía que haber una forma de llevar mi proceso de duelo, sin tener que estar dando vueltas y vueltas y regresando una y otra vez a las mismas etapas del duelo que describe Kübler Ross. ¡Se me hacía absurdo! Se me había enseñado que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan para bien. Y yo no estaba viendo gran cosa. No, hasta ese momento.

En fin, en cuestión de un año y después de tomar algunas decisiones para ayudarnos, mi esposo y yo consideramos que nuestra vida volvía a tener sentido. Ya reconciliados y agradecidos con Dios (sí, me peleé con Dios), decidimos reabrir un grupo de estudio bíblico en nuestro hogar, después de 5 años que lo habíamos cerrado. Pero vimos que la mayoría de los asistentes eran personas con duelos recientes, y que algunos estaban con cuestionamientos, como yo lo había estado en algún momento. 

Hablé con mis pastores y les expuse la necesidad de ayudar a los miembros en duelo de nuestra iglesia. La respuesta de mi pastora fue: “Abre un grupo de duelo”. -Pero no estoy preparada- le dije. «¡Pues prepárate! Recuerda: ¿Tú lo viste? A ti te toca». Esa es una frase muy de nuestra congregación. Cuando alguien ve un problema o una necesidad, nuestros líderes nos dicen: “Si tú lo viste, quiere decir que a ti te toca resolverlo. Sé parte de la solución”. Así que oramos mi esposo y yo y, con su ayuda y la de mi congregación, comencé la búsqueda. 

LAS 15 TAREAS DEL DUELO.

¿Cómo ayudar a los miembros de mi grupo que estaban sufriendo? Les proporcioné información acerca de las etapas del duelo (oh, sí), pero entonces algo resonó en mí: Tareas…fue lo que me vino a la cabeza. Darles algo para que trabajen su duelo. ¿Cómo? ¿Tareas de dónde? Y entonces comencé a buscar en internet y en especial en YouTube, algo que hablara de tareas en el duelo. Y ¡vaya! es cuando di con el blog Cuando el duelo pregunta. ¿Será algo serio? ¿No será charlatanería? Sí, soy mujer de fe, pero teóloga al fin. Así que comencé a escuchar a la familia Castelblanco, que de entrada me conmovió que también hubieran perdido un hijo y un hermano en el caso de Julián, y me fui a su página web y, entonces, vi que daban la Certificación para desarrollar Las 15 Tareas del Duelo. Le comenté a mi esposo y la tomé y, al poco tiempo, ya estaba con otra de sus certificaciones, casi al mismo tiempo. 

¿Qué puedo decirles de las 15 Tareas del Duelo? Me enamoré de todo lo que se propone en ellas. Disfruté de cada nivel, de cada tarea, de cada decisión. Y revisé como en una lista para checar (checklist) mi propio proceso de duelo. Volví a llorar en algunas ocasiones, pero en muchas otras me di una “palmadita” y pensé: Lo he llevado bien, gracias a Dios. En algunas decisiones debo confesar que sigo trabajando, pero yendo paso a paso, sin apresurarme, aunque sin detenerme. Viviendo un día a la vez, tomando una decisión a la vez. Sanando, mientras acompaño a otros en su proceso.

Además, mientras las aplicamos, me he dado cuenta que las 15 Tareas del Duelo son herramientas sumamente útiles, en donde hay pérdidas significativas y no solo por la muerte de un ser querido, y esto nos está sirviendo para apoyar dentro de nuestra iglesia, a los amigos y familiares en sus momentos de dolor.

Actualmente, mientras termino mi certificación Cómo crear y acompañar Grupos de Apoyo, mi esposo y yo estamos trabajando ya con miembros de nuestra congregación que están viviendo duelos recientes. Y si bien ya no hay esa incertidumbre y temor que tenía antes de las certificaciones, sí existe un profundo respeto y empatía por aquellos que hoy nos permiten tocar su corazón y consolarles con la misma consolación con que fuimos consolados… (cito parte de II Corintios 1:4).

Es cierto, la muerte de nuestro hijo nos cambió la vida para siempre, pero nunca hubiera pensado que nos llevaría a cumplir, de mejor manera, con el propósito y destino para el que, dentro de nuestra espiritualidad, sabemos que fuimos creados. Por lo que hoy agradezco amorosamente a mi primogénito este maravilloso legado que nos dejó

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