Desde el corazón de la Chata. El tiempo y el duelo.

Por: Beatriz López
Chatalopez2@hotmail.com

Muere mi hijo y en busca de sanar este dolor, le pregunto a un padre que había perdido a su hija hacía 7 años: 

-¿Cuándo me va a pasar este dolor? Su respuesta fue: 

¡Nunca!

¡Por Dios Santo!, dije: ¡Voy a enloquecer si esto nunca pasa!

Ahora que han pasado 32 años, sin duda, mi familia y yo, hemos podido vivir con plenitud el dolor por la pérdida de nuestro ser querido y como consecuencia de ello, podemos  afirmar que ese dolor tiene un final y, no solo un final, sino una hermosa trascendencia.

El tiempo mide el cambio que transcurre en todas las cosas creadas, pero somos nosotros los seres humanos quienes lo podemos percibir y medir, y no solo eso, dentro de su permanente transcurrir, podemos hacer uso de un poder maravilloso que tenemos: “La toma de decisiones”. Nuestra vida gira en torno a ellas, desde que nos levantamos hasta que nos retiramos a descansar y de ellas depende el éxito o el fracaso de nuestros actos.

Por otra parte, el dolor nos obliga a tomar estas decisiones, sin duda, mi Hugo Alejandro tuvo mucho que ver al momento de tomarlas. Para ello, me dejé guiar por una pregunta: ¿Qué diría mi hijo si permito que su ausencia física termine con mi sentido de vida…? Y luego afirmaba: ¡Qué frustrante sería para él ver a su madre destruída por el dolor causado por su muerte, máxime cuando él siempre conoció a una mujer fuerte y luchadora!

Esto me obligó a tomar decisiones rápidas, era como si fuera poniendo “pequeñas vendas” a mis grandes heridas. Así, poco a poco, fui trabajando un camino doloroso en el que, al inicio, él parecía estar ausente, aunque siempre me estaba guiando. Esto no fue fácil, tan grande era mi amor por él, como grande era el vacío de mi alma.

No era posible que este ser maravilloso que llenó mi vida de plenitud durante 19 años, terminara acabándola en un instante. No me podía sentar a llorar su pérdida, esperando el paso del tiempo. 

Así, llorando, rabiando y contando mi historia, iba tomando día a día decisiones rápidas, aunque algunas de ellas fueran dolorosas. 

A los 8 días regresé a mi casa para afrontar ese oscuro momento de mi vida. En poco tiempo, arreglé su cuarto, regalé su ropa, vi sus videos mientras me sentía morir de dolor, pero logré hacerlo. Allí mismo, decidí agradecer a mis amigos tanto amor que me brindaron y enfrenté la Navidad y su fecha de cumpleaños al mismo tiempo. Estas fueron ocasiones en las que buscaba encontrar el por qué de mi dolor. A los 2 meses, reinicié mi trabajo y, para ello, viajé sola a otra ciudad para ir retomando mi vida, unida siempre a la presencia espiritual de mi hijo.

No sé exactamente qué me movió a actuar de esa manera, pero lo que fuera que haya sido, dio un buen resultado. El dolor tenía altibajos, pero cada vez era menos agobiante, aunque espiritualmente me encontraba desorientada. No podía entender por qué una madre debía sufrir la muerte de su hijo. Ese era un trabajo que debía emprender luego.

Estas decisiones tomadas tan rápidamente, fueron fundamentales para empezar a razonar y poder comprender ese horrible episodio de mi vida.

Los invito a no esperar que sea el tiempo el que cure el dolor de su duelo. Esto no será posible, si deciden quedarse quietos. “Lloren, pero actúen” y así, el tiempo será un compañero útil para elaborar el duelo y, poco a poco, aminorar el dolor. Un día, ojalá no lejano, lograrán sembrar a sus seres queridos en el corazón, sin espacio ni tiempo. Ese es el actual estado de aquellos que amaremos por siempre.

Asistimos a muchos lugares donde creíamos que podíamos servir. Una taza de chocolate a los niños de la calle, acompañar a los enfermos de sida, llevar alguna ropa o mercado a los ancianos. Nada de eso contribuía a calmar mi dolor. Antes, por el contrario, salía de allí más afectada, al contemplar de cerca tanta miseria humana. Un día, reflexionando sobre aquello que estábamos haciendo, fuimos descubriendo que donde mejor estaríamos, sería en un lugar donde pudiéramos compartir nuestro dolor con otros padres que estuvieran viviendo un proceso similar al nuestro. Muchos nos decían: ¡Están locos!, ¿Cómo van a sumar más dolor a sus vidas?

Iniciamos nuestro trabajo buscando padres que quisieran compartir su experiencia de dolor. De esta forma reunimos a cinco parejas en el salón comunal de nuestro condominio. Este fue el inicio de una maravillosa experiencia, que más tarde daría un nuevo sentido a nuestras vidas. Creo que mi Hugo Alejandro concertó con los hijos de estas parejas, la presentación de unos amigos del alma que nunca hubiéramos conocido, si no existiera el dolor que nos unía. De inmediato, sentimos algo mágico, y fue así como empezamos a trabajar de manera comprometida en una hermosa misión que traería paz y tranquilidad, no solo a nosotros sino a muchos otros padres que habían vivido la dolorosa pérdida de sus hijos.

De esto, hace ya 32 años y aún nuestra lucha por “aprender a amar y servir” no se detiene. No ha sido necesario “ser expertos en el dolor”. Se trata simplemente de querer servir con verdadero amor. Nuestro ser trae esos “condimentos”, listos para ser usados, cuando la urgencia de sanar el dolor los activa. No es cierto que estemos “sumando dolores”, simplemente se comparten experiencias y se “suman amores”. Entonces, la carga se hace más ligera, al mismo tiempo que nuestro dolor deja de ser protagónico, cada vez que decidimos acercarnos al dolor del otro.

En todos estos años hemos sido testigos de dolores más profundos que el nuestro y maravillados, hemos dado gracias cada vez que vimos lágrimas convertidas en sonrisas de esperanza, como resultado de una actitud de amorosa escucha. Sé que afortunadamente, nunca seré una especialista en el dolor ni en el servicio a los demás. Solo espero llegar ante mi hijo para recibir emocionada su abrazo eterno. Ese será mi “diploma en amor y servicio”. Entonces podré decirle: “Lo dí todo mi Tato y entregué a los demás una parte importante de mí misma”. Gracias por tantas sonrisas y abrazos que enriquecieron mi espíritu. Quiero llegar ante Dios y mi hijo, con la frente en alto, para darles el parte de “misión cumplida”.

Reciban un cálido abrazo de La Chatita

5 comentarios en “Desde el corazón de la Chata. El tiempo y el duelo.”

  1. Es un artículo muy claro sobre lo que es el camino del duelo. Estas líneas son muy esperanzadoras para quienes todavía sentimos que el dolor de nuestra pèrdida parece no tener fin; para quienes cada día es un embarcarse en esa montaña rusa de emociones que hace que nuestras horas y días pasen de la paz y sosiego a una comleta tribulación.
    Es claro, para saber que la única manera de salir de este inmenso dolor es, primeor, tomando decisiones que nos lleven a vivir honrando a quienes partieron y honràndonos a nosotros mismo y, luego, compartiendo y resignificando su presencia y su ausencia.
    Gracias Chatita.

  2. Que gran acto de amor,Hugo Alejandro esta orgulloso de la Chatita,gracias por el apoyo que me ayuda a mitigar un poco el dolor por la perdida de mi esposo y tambien quiero honrar su memoria ..Un abrazo desde Paraguay

  3. Ana María Pinilla Hernández

    Cuando se pierde un ser querido, nos subsumimos en la pena. Pero rara vez se piensa con claridad que nos estamos convirtiendo en lo que nunca fuimos ni deseamos ser por ello la invitación de surgir como el ave fenis de las cenizas, con fuerza y con amor a los demás, ya que la vida es una y tenemos que aferrarnos a ella y continuar llorando cuando se siente el deseo, pero sin quedarnos ahí.

  4. Yolanda Benalcázar

    Querida Beatricita. De ti aprendí mucho, especialmente descubrí a una mujer maravillosa que me ayudó en la trascendencia de mi duelo de una manera que jamás imaginé. Recibí tanto a través de tu amorosa escucha y tu gran ejemplo de amar y servir a otros padres que pasamos un dolor profundo por la pérdida de nuestros hijos. Me llene de esperanza y a tu lado fui encontrando un nuevo sentido a la vida. Junto a tu esposo Hugo, un hombre de gran talante y entendido en asuntos del duelo con magistrales converdatorios en Renacer Ecuador muchos padres dimos un giro hacia la elaboración de un duelo diferente enfrentando el dolor con resiliencia y estoicismo.
    Muchas gracias por continuar con esta misión de amor y servicio desinteresado con el único propósito de hacer un acompañamiento a los padres duelistas para enfrentar una pérdida dolorosa orientando a tomar decisiones para no sembrarnos en el dolor sino
    Avanzar hacia una vida con sentido y propósitos.
    Fraternalmente Yolanda Benalcázar

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Encuéntranos en:

Accede nuestros conversatorios y entrevistas exclusivas