La importancia de las decisiones en el proceso de duelo.

Por: Psico. Milena Casas
ps.casascastromilena@gmail.com

El proceso de duelo es una experiencia universal y compleja que enfrentamos los seres humanos, cuando experimentamos una pérdida significativa en nuestras vidas. Esta experiencia, caracterizada por una serie de emociones intensas y cambios en nuestra perspectiva de vida, debería impulsar una profunda reflexión sobre la importancia de las decisiones que tomamos durante este proceso. Sin embargo, de manera inicial y un tanto reactiva, la primera pregunta que las personas se realizan en un momento de duelo es: ¿Cuánto tiempo voy a sentir este dolor? Es normal que realicemos esta pregunta, pero, cuando se centra la elaboración del duelo en una cuestión de tiempo, se asume un rol expectante frente al proceso y con una gran probabilidad de llegar a sentir frustración, frente a los resultados obtenidos o en la manera en que se han ido dando las cosas. 

Por el contrario, si en el duelo nos preguntáramos: ¿Ahora, qué decisiones debo tomar para enfrentar y sanar mi dolor?, la perspectiva de lo que se debe hacer para asumir un duelo, cambia. Pone a la persona en un rol activo y de responsabilidad frente a su propio proceso. Ya el tiempo no es lo único que determina la elaboración de este, y pasa a ser un factor más que acompaña, pero no determina la elaboración del duelo 

En este artículo exploraremos cómo la toma de decisiones, en relación con el tiempo, puede influir en el proceso de duelo, considerando diferentes enfoques y perspectivas.

La dimensión del tiempo en el duelo.

El duelo no sigue un patrón lineal o predecible. Cada individuo experimenta el proceso de manera única, y el tiempo necesario para transitar este proceso, varía significativamente. Algunas personas pueden sentir que sanan más rápido, mientras que otras pueden necesitar más tiempo para procesar su dolor y adaptarse a la nueva realidad.

Es probable que la pregunta inicial de ¿Cuánto durará esto?, se deba a un deseo inconsciente de no experimentar los sentimientos de dolor y tristeza, o a la imperante necesidad de la sociedad y la cultura de medir los resultados de manera “efectiva”, por el tiempo en que realizamos las cosas. Existen expectativas sociales sobre cuánto tiempo se considera «normal» o «aceptable» para que alguien se recupere de una pérdida. Esta presión puede llevar a decisiones apresuradas o a la supresión de emociones genuinas para ajustarse a las normas establecidas, lo que, al final, termina siendo contraproducente en la elaboración del duelo, ya que se está actuando por un factor externo y ajeno a la necesidad del duelista.

La decisión de tomarse el tiempo necesario.

Decidir sobre el tiempo en el proceso de duelo, es una cuestión profundamente personal. Algunos pueden optar por enfrentar activamente su dolor y trabajar a través de él en un período relativamente corto, mientras que otros pueden necesitar más tiempo para procesar sus sentimientos y emociones, antes de sentirse listos para avanzar. Pero la clave de si lo hacemos en un tiempo menor o mayor, se encuentra en lo que decidamos hacer por nuestro bienestar emocional para enfrentar la pérdida. 

Las decisiones que acompañan nuestro proceso de duelo, es lo que le da sentido al tiempo que invertimos para sanar. Cuando empezamos a ver la elaboración del duelo desde esta perspectiva, el tiempo pasa a un segundo plano; ya no nos angustia, porque nos involucramos de manera activa y responsable en este camino marcado por el impacto emocional.

Entonces, tomarse el tiempo necesario, implica no solo permitirse sentir el dolor, sino también explorar las emociones y recuerdos asociados con la pérdida, así como buscar ayuda, hablar proactivamente, identificar y atender nuestras necesidades emocionales y físicas, entre otras tantas decisiones que nos permitirán, finalmente, trascender esa pérdida. Este enfoque puede resultar en una sanación más profunda, ya que se brinda espacio para la comprensión y la aceptación respetuosa y madura de la nueva realidad.

La tensión entre la necesidad de tiempo y la presión externa.

La presión externa para «superar» el duelo en un plazo específico, puede ser perjudicial para el proceso de sanación. La sociedad, a menudo, valora la resiliencia y la apariencia de fortaleza, lo que puede llevar a las personas a sentir que deben esconder su dolor o apresurarse a seguir adelante. Sin embargo, esta presión puede resultar en una supresión de emociones y en la falta de procesamiento adecuado.

Es fundamental recordar que no existe una medida universal de cuánto tiempo se necesita para sanar. Cada individuo tiene su propio ritmo y necesidades emocionales. Las decisiones que acompañen este proceso, son las que finalmente determinen una sana resolución de este.

La importancia de la adaptación y la flexibilidad.

Si bien es esencial permitirse el tiempo necesario para el duelo, también es importante encontrar un equilibrio entre la necesidad de sanar y la adaptación a la vida cotidiana. Tomar decisiones conscientes sobre cómo incorporar gradualmente las actividades y responsabilidades diarias, puede ayudar a facilitar el proceso de adaptación.

La flexibilidad en la toma de decisiones es clave. A medida que el tiempo avanza, las necesidades emocionales y las formas de afrontamiento pueden cambiar. Ser consciente de estas fluctuaciones y ajustar las decisiones en consecuencia, puede facilitar una transición más suave hacia una vida, luego de la pérdida.

Conclusión.

En última instancia, la elaboración sana de un duelo no se determina por un solo factor; la elaboración de un duelo es multifactorial, por lo que el tiempo no es el único determinante al momento de indicar si se ha elaborado o no un duelo. Por el contrario, las decisiones que acompañen este proceso, pueden dar mayor cuenta de lo que estamos haciendo. 

No existe una respuesta única o correcta en cuanto a cuánto tiempo se debe tomar para sanar. La importancia radica en respetar y honrar las necesidades emocionales individuales, permitiendo a cada persona atravesar el proceso de duelo a su propio ritmo. Al hacerlo, cultivamos una mayor comprensión de la complejidad del duelo y fomentamos un entorno de apoyo, donde todos puedan encontrar la sanación que necesitan.

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