Entre el Derecho a la Esperanza y la Realidad de la Pérdida

Editorial.

Por: Julián Castelblanco
julian@cuandoelduelopregunta.com

Mi hermano salió una mañana temprano para la universidad a presentar su trabajo final de una de las materias que cursaba en su primer semestre de Diseño Industrial. Toda la noche había trabajado junto a mi padre en la construcción de la maqueta que debía entregar. Al día siguiente, por la noche, lo volvería a ver en una Unidad de Cuidados Intensivos de un centro hospitalario.

Hoy, con la perspectiva del tiempo, comprendo la terrible tragedia que esto significó para todos aquellos que tuvimos la oportunidad de amarlo; pero, al mismo tiempo, alcanzo a vislumbrar la posibilidad de haber iniciado ese doloroso proceso de duelo  junto a él… aún con vida.

Durante 13 días de inmenso dolor, tuvimos la oportunidad de decirle que lo amábamos, de luchar por su vida, de mantener la esperanza de su recuperación; pero también, de aceptar finalmente su inevitable y, en ocasiones, deseado final.

Escuchamos con frecuencia entre las personas en duelo expresiones que intentan justificar un “mayor dolor”, de acuerdo con las circunstancias que rodean la muerte. A veces, incluso, se manifiestan “ventajas” en otros procesos que nosotros no tuvimos. Con el duelo anticipado suele suceder esto: “Tú pudiste despedirlo en vida; la muerte de mi ser querido, en cambio, fue repentina, no tuve tiempo de prepararme”, o al contrario: “Tú no tuviste que ver el deterioro físico de tu ser querido, no tuviste que sentir su sufrimiento”.

Esta especie de “competencia emocional”, aunque natural dentro del proceso, resulta a la larga no solo innecesaria sino inconveniente, porque fortalece la victimización. Algo que al inicio de la gestión del duelo puede ser útil, pero que, con el tiempo, si se extiende de manera indefinida, puede entorpecer la toma oportuna de decisiones.

Las circunstancias de la muerte presentan retos diferentes para cada uno, dificultades y posibles oportunidades que, de ser vistas, pueden contribuir a la gestión oportuna y significativa del impacto emocional que experimentamos a partir de la pérdida de nuestro ser querido.

En nuestro caso, comprendo que experimentamos 13 días de inmenso dolor. Ver postrado a mi hermano en una UCI, en medio de cuidados médicos intensos y un deterioro físico evidente, fue la experiencia más difícil de nuestras vidas. Pero también, gracias a personas maravillosas que caminaron a nuestro lado y que nos permitieron observar perspectivas diferentes, pudimos darnos la oportunidad de amarlo desde el respeto de sus decisiones: “Si sientes que ya llegó el momento, vete con tranquilidad… acá nos las arreglamos en familia”. Despedirlo, decirle que lo amábamos, soñar con su recuperación y entender la necesidad de su muerte. Sin duda alguna, en medio de inmenso dolor, en este caso, tuvimos hermosas oportunidades de vida y de amor. Como todo duelo las tiene.

En el caso del duelo anticipado, ¿qué pautas podemos tener en cuenta para recorrer el camino de la esperanza, que se entremezcla con la posibilidad cierta de la muerte?

Permítete sentir: No reprimas tus emociones; permítete llorar, sentir tristeza, rabia o cualquier otro sentimiento que surja. Date permiso para el absurdo, la frustración, la tristeza, la rabia, el dolor… el sin sentido. Hay un tiempo necesario para ello.

Comunica tus emociones: Habla con alguien en quien confíes sobre lo que estás sintiendo. Compartir tus emociones con un amigo, un terapeuta, tu familia o un grupo de apoyo, puede aliviar la carga emocional y proporcionar una sensación de consuelo.

Cuida de ti: El autocuidado es crucial durante el duelo anticipado. Asegúrate de descansar lo suficiente, comer bien y hacer ejercicio si puedes. Actividades como la meditación o el yoga pueden ayudarte a mantener el equilibrio emocional.

Crea recuerdos a través de rituales que te sean significativos: Si la situación lo permite, dedica tiempo a estar con tu ser querido. Habla con él, dile lo que sientes, agradece, perdona… Crear recuerdos en estos momentos difíciles puede ser una fuente de consuelo en el futuro. Estos recuerdos se convertirán en un tesoro emocional que te acompañará en el proceso de duelo posterior.

Busca apoyo profesional si es necesario: Considera hablar con un profesional especializado en duelo. Esto puede ayudarte a entender y manejar tus emociones, ofreciéndote herramientas para navegar este complejo proceso emocional.

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