LAS REDES SOCIALES… UN CAMINO AL CORAZÓN

Por: Beatriz López
Chatalopez2@hotmail.com

Queridos amigos y amigas. Soy una mujer de 76 años y la mayor parte de mi vida ha transcurrido sin la presencia de las redes sociales. La noticia que dio inicio al momento más difícil de mi vida, llegó a mí a través de una simple llamada telefónica: 

“Habla el médico jefe del Hospital de La Granja, ¿Son ustedes los padres de Hugo Alejandro? La policía lo encontró baleado y lo ha traído aquí, pero no podemos hacer nada por él ya que no tenemos los recursos necesarios. Tiene balas en su cabeza. ¿A dónde podemos enviarlo…?”

¡Qué terrible comunicación! En aquella época esta era la forma más expedita de divulgar oportunamente una noticia. Nunca imaginé que, con el transcurso del tiempo, surgieran tantas formas diferentes de hacerlo. Esto me lleva ahora a pensar, cuánto hubiera disfrutado mi hijo de esta tecnología que hoy nos inunda y cuántas herramientas efectivas hubiéramos tenido para afrontar nuestro duelo. En aquel entonces, solo teníamos a nuestra disposición algunos libros que abordaban tangencialmente el tema, el teléfono, el periódico, una naciente televisión y, lo mejor de todo, los abrazos de nuestra familia y amigos que de improviso aparecían para saludarnos.

¡Qué maravillosa es para mí esta tecnología que hoy tenemos a nuestra disposición y cuánto hubiera podido aportar a nuestro trabajo de duelo! Sin ella, sentía que yo era la única madre que había perdido un hijo y fue necesario un laborioso trabajo para contactar a otros padres que estaban experimentando un dolor similar, pues para nosotros era cada día más evidente que solo compartiendo el dolor podíamos aliviar tan pesada carga. ¡Qué satisfactorio es poder acercarnos a acompañar el dolor de tantas madres en el mundo, en tan solo un instante! Cuando las redes se usan para extender el beneficio de amar y servir, son sin duda una gran bendición. 

Nuestro duelo se forjó mediante decisiones nacidas del corazón, permitiéndonos escuchar la voz de la consciencia que nos gritaba lo que debíamos hacer. Hoy debo agradecer esos silencios y esas lágrimas desesperadas que nos obligaron a tomar acción para permitirnos sanar. Todo fue intuitivo, movidos por el instinto de conservación. De este modo y sin pensarlo, estábamos sembrando la semilla de “Las 15 Tareas del Duelo”

La vida y Hugo Alejandro, nos habían asignado la misión más importante que daría significado al resto de nuestra vida: Vivir en carne propia y de manera plena, uno de los más grandes dolores, como es el de perder un hijo, para luego decidir que nos entregaríamos en cuerpo y alma a servir a tantos seres en el mundo que padecen el  duelo por la pérdida de un ser querido. Tengo claro que, sin la tecnología que hoy nos ofrecen las redes sociales, hubiera sido muy difícil llegar a tantos corazones. En un solo instante puedo escuchar y empatizar con el dolor de muchos, para dar una palabra de consuelo que tanto bien nos hace. 

¡Bendita tecnología!, a mí no me queda mucho tiempo. Solo quiero lograr, antes de irme, alcanzar el privilegio de poder estirar mis brazos para estrechar en cualquier parte del mundo y a cualquier hora, a quien lo necesite. Por ahora solo puedo entregar mis oídos para escuchar y mi boca para decir: 

“Permíteme acercarme respetuosamente a acompañar tu dolor porque yo también perdí a un hijo, pero al mismo tiempo puedo afirmar, con esperanza cierta, que después de este dolor, tenemos la oportunidad de ser mejores seres humanos, si así lo decidimos. Te abrazo con el alma”

Con amor: La Chatita

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